Me voy de eldiario.es: nueva etapa en Vozpópuli

Redacción de eldiario.es

 

«Tengo a esta redacción el amor que tiene un inmigrante», dijo una vez David Carr y yo siento que dejar eldiario.es es casi como dejar un país donde he vivido.

Sí, me voy de eldiario.es. Hace unos días se lo dije a mi director y a mis compañeros y he convocado a unas copas esta semana para pasar el trago. No estoy segura de que funcione para despejar las emociones. La decisión no ha sido fácil, pero ya he dejado un país una vez, y sé vivir con el cosquilleo en el estómago.

Me llaman de otro medio digital, Vozpópuli, donde quieren crecer y necesitan un jefe de producto. Es un desafío al que me voy con ilusión, porque creo que hay mucho que podremos hacer y les veo con ganas; y con mucha responsabilidad, por la confianza puesta en mí por sus directivos.

Me voy con un tesoro: una inmensa satisfacción de todo lo que hemos hecho en eldiario.es. Hemos demostrado que un periodismo independiente puede ser sostenible y tenemos un modelo de negocio que se menciona a menudo en las slides de varios congresos de periodismo e innovación. Hemos crecido hasta ser el segundo medio nativo digital de España compitiendo con otros cuyos presupuestos anuales multiplicaban varias veces el nuestro. Hemos creado una comunidad de socios que hoy supera los 15.600. Y lo hemos hecho sin cerrar nuestros contenidos a quien no pague: ellos pagan para que la información sea libre.

Llegué a eldiario.es hace 4 años, en noviembre de 2012, cuando había sólo 12 personas en una redacción de unos pocos metros cuadrados. Ignacio Escolar me pidió que llevara Producto, que fuera ese puente entre redacción, sistemas y el área comercial. Cuando un día dije que necesitábamos hablar más de tecnología me dejó crear una sección, a la que llamamos Diario Turing (esto fue un par de años antes de que Hollywood pisoteara a Turing en aquella nefasta película).

Diario Turing nunca tuvo redactores fijos ni mucho presupuesto pero hizo honor a su patrono laico y con un buen equipo de colaboradores hablamos de criptografía, de software libre, de algoritmos, del hombre frente al robot, de datos masivos y metadatos, de predicciones con cálculos bayesianos, de Bitcoin, de la vigilancia sobre la ciudadanía, de proyectos cibernéticos en política.

Entrevistamos a Vint Cerf, a Glenn Greenwald, a Laura Poitras y a Mark Shuttleworth entre otros. Aprendimos y enseñamos a usar Tor y Tails, hablamos de la violencia de género en las redes y seguimos paso a paso la legislación europea en torno a los derechos digitales. Y cubrimos todo lo que pasó con las reformas de la Ley de Propiedad Intelectual hasta la vergonzosa aprobación de la tasa Google o canon AEDE, a la que nos opusimos junto con otros 700 medios digitales desde la Coalición Pro Internet.

Un informe presentado en la la VI Conferencia sobre Vigilancia y Sociedad en Barcelona destacó la cobertura periodística de las revelaciones de Edward Snowden de Diario Turing a la vez que hacía notar la indiferencia de políticos y medios de comunicación en general.

Desde hace unos años la tecnología ha empezado a ser una dimensión tan importante de la sociedad que muchos temas ya no pueden ser contados sin la implicación de las secciones de política, de economía, de sociedad, y por otro lado, también yo necesitaba dedicar más tiempo a todos los nuevos proyectos de eldiario.es, por lo que Diario Turing dejó de publicar como sección propia en 2015.

Mientras tanto, desde Producto hicimos un rediseño completo de la web (logo incluido), mejoramos el sistema de comentarios, e hicimos una versión móvil del sitio. Quitamos la publicidad a los suscriptores, pusimos en marcha newsletters diarias de noticias y luego las ampliamos a boletines temáticos semanales para todos los que quisieran recibirlas.

Pusimos a políticos de todos los partidos, empresarios, científicos, y hasta a un astronauta frente a nuestros lectores para que les pudieran preguntar lo que quisieran en el Pregúntame, nuestros encuentros digitales, en una plataforma sin mediación de ningún periodista ante las preguntas, moderadas por la comunidad.

Preparamos un proyecto que fue seleccionado por Google, quien nos destacó por nuestra forma diferente de pensar el periodismo. Nos asociamos a The Guardian y somos parte del buzón seguro de Fíltrala. A lo largo de estos años hemos ido tejiendo alianzas con otras redacciones, que hoy llegan a ser 13 en todo el país.

He sido feliz en esta redacción. La oportunidad que me dio en aquel momento Ignacio Escolar es algo que no podré terminar de agradecerle. Decir que ha sido un gusto trabajar con él y con el equipo talentoso que ha montado es quedarme muy corta. Sabíamos que llegaba porque su risa se oía en el pasillo desde que salía del ascensor de aquella primera oficina. Nacho es un visionario y su entusiasmo invade toda la redacción. Y de los compañeros qué puedo decir, son lo mejor de eldiario.es. He aprendido tanto de ellos que no terminaría jamás de contarlo.

Me siento privilegiada por estos años y agradecida por el nuevo desafío en Vozpópuli. Desde allí seguiré trabajando para que periodismo e internet se entiendan cada vez mejor. Por si no lo habían sospechado, es parte de mi ambicioso plan para cambiar el mundo.

 

Cómo hablamos a las niñas pequeñas

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Por esas cosas de la sostenibilidad del planeta estoy cambiando la mitad del esquema de iluminación de mi casa, sustituyendo luces que ya eran bajo consumo por unas LED. El fin de semana vino papá a casa a comer y trajo varias para instalarlas.

Estaba en ello, subido a un banco y le pregunté si necesitaba que le alcanzara herramientas o me quedara a su lado. Me dijo que no hacía falta. Me puse a hacer otras cosas y me llamó. Sólo quería mostrarme mientras las ponía cómo era la conexión y cómo se colocaban los cables. Debo decir que previamente habíamos hablado bastante sobre las luces LED, sus números de rendimiento y ahorro y la forma de conectarlas en la instalación que ya tengo.

Esto que mis padres han hecho toda la vida nunca me había llamado la atención, pero esta vez me di cuenta de algo. No me necesitó para que le ayudara, pero sí me hizo dejar todo para explicarme algo nuevo. Nunca me había fijado en esto porque desde que tengo cero años mis padres siempre me han mostrado todo, siempre me han explicado cómo se hacen las cosas y cómo puedo hacerlas yo misma. Si no lo sabíamos, lo averiguábamos.

Cuando escucho cosas como «eso es de niñas», cuando veo catálogos que clasifican juguetes por colores rosa/azul, cuando alguien me pregunta si algo no me da miedo porque soy mujer, recuerdo que he tenido una infancia privilegiada, y que queda mucho por hacer, empezando por la forma en que hablamos con las niñas pequeñas.

Imagen: Grow up – Tahel Maor

Túnel de viento

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Ayer volé. Estuve en el recién inaugurado túnel de viento que hay en Las Rozas. Al final tanta gente me está preguntando cómo es que lo dejo aquí escrito. Si no tienes ganas de leer todo el post, te lo resumo en una palabra: maravilloso. Es volar.

Hacía tiempo que quería hacerlo y tenía mucha curiosidad: ¿será como volar en sueños?

Cómo es volar en un túnel de viento vertical

En primer lugar: no. Es como en los sueños pero sólo a medias. Lo que es igual es que vuelas, esta sensación de suspenderte en el aire.

Eso sí es igual, esas ganas de reír cuando bajas y subes en un segundo. Pero no, amigos. Lo otro no es igual. Es muchísimo más difícil y hay que concentrarse y controlar tu cuerpo, que está en un ambiente diferente al que está acostumbrado.

No sabemos instintivamente interactuar con el aire para movernos en una u otra dirección y entonces todo está por aprender. Lo bueno es que si recuerdas las indicaciones de los instructores, no cuesta, aunque los primeros segundos puedes estar desorientado, o frustrado, o ponerte muy tenso intentando moverte o estabilizarte. El aire, como un animal que respira tu miedo, reacciona de una manera u otra si estás tenso. Por lo tanto, mejor intentar relajarse y respirar. Esto es fácil de decir y muy difícil de hacer, advierto.

Pero qué es un túnel de viento

La idea es muy simple: unos motores gigantes (en el que yo estuve, cuatro) dentro de un tubo vertical que impulsan el aire a la velocidad inversa al peso de tu cuerpo para hacerte flotar en el aire. Por lo tanto hay una especie de DJ en un panel de control que va dando más o menos potencia según te vea delgado o no. Los paracaidistas usan túneles de viento como entrenamiento y dicen que la sensación es exactamente la misma: si cerraran los ojos no podrían distinguirlo de volar.

Los túneles de viento se utilizan desde el siglo XIX en la investigación sobre aerodinámica, tanto para coches, aviones como para otros objetos voladores. Durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría se construyeron algunos grandes para testar el desarrollo de aviones supersónicos y misiles.

Los túneles de viento verticales empezaron a utilizarse más cuando lo que interesaba medir era la aerodinámica de cuerpos que caían: proyectiles pero también objetos que volvían a la Tierra desde órbita. MadridFly, la empresa que lleva lo de Las Rozas, tiene una línea de negocio con empresas que hacen investigación aerodinámica.

El primer humano que voló en un túnel de viento lo hizo en 1964 pero hasta los años 80 no se construyeron los primeros con fines comerciales y de entretenimiento.

Mi experiencia

Si es la primera vez que vuelas, te dan una clase breve para que sepas cómo mover tu cuerpo, cómo manejarte en el túnel y las señas que te hará el instructor cuando estés ahí, porque hay mucho ruido y estarás con tapones en los oídos y casco.

Pueden volar niños desde 5 años y cualquier persona que no tenga problemas de espalda o cuello, y siempre un instructor te acompaña. Contra mis expectativas, el tiempo de vuelo es un minuto por vez. Yo pensaba que iba a ser corto pero ahí, amigos, el tiempo transcurre de otra forma.

En los primeros segundos sentía que no controlaba bien mi cuerpo pero enseguida me acostumbré. Hacía mucha fuerza y notaba que me tensaba o que me olvidaba de respirar por estar concentrada en tantas cosas. Supongo que la adrenalina se te dispara porque después de unos segundos de poner el pie en tierra la primera vez sentí un agotamiento intenso y una sensación maravillosa.

Son dos pases de un minuto. En el segundo estaba mucho más relajada y disfruté mucho más. Los instructores no te dejan ir muy arriba pero en la segunda parte uno de ellos te toma de las agarraderas que tiene tu traje y te lleva con él hacia arriba y vuelve a bajarte muy rápido. Es una sensación tan hermosa que había quien gritaba como si estuviera en una montaña rusa. Yo no podía cerrar la boca por reírme a carcajadas y no logré saber cómo hacer para que el aire no me llenara la boca. La próxima vez que vaya se los pregunto.

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Qué es «producto» en un medio digital

Relaxing cup

El jefe de producto o Product Manager es una posición muy conocida en startups y empresas tecnológicas, pero no tanto en medios. Supongo que como las redacciones tradicionales han tenido que adaptarse a un profundo cambio estructural y de mentalidad al transformarse al medio digital, la figura de un director de Producto, o Chief Digital Officer como también se le llama, es cada vez más conocida en medios nuevos.

Cuando hablé con el director de eldiario.es la primera vez antes de entrar, me dijo que estaba pensando en mí para este puesto, que necesitaba un perfil no técnico pero que pudiera hablar el lenguaje de los desarrolladores, que pudiera entender a los comerciales sin dejar de ser periodista. Una mujer-puente, esa soy yo. Disfruto mucho de ser enlace entre las distintas áreas porque me permite un ejercicio constante de flexibilidad, búsqueda, argumentación y ejecución, y me gusta tener el big picture en mente.

Mi descripción de funciones es la de coordinar y ayudar a mejorar los procesos entre las tres grandes áreas de eldiario.es. En aquel momento venía de una startup en la que como socia desempeñé casi todos los puestos (dirección de contenidos, contabilidad, administración, recursos humanos, relaciones públicas, temas legales, por decir sólo algunos, cualquier emprendedor me entenderá); después de eso no necesité más explicación para saber cuál era mi tarea en un medio digital.

Con el crecimiento de nuestra organización, surge la necesidad de explicar qué es «Producto» a las nuevas incorporaciones. Curiosamente quienes vienen de medios tradicionales o de la universidad de periodismo no conocen este puesto, que a cualquier persona que venga de startups tecnológicas o medios nuevos le suena.

El producto en una empresa como la nuestra es uno y es múltiple. La cabecera o la marca del diario, cada uno de los especiales informativos que lanzamos, las secciones, los blogs, la revista trimestral en papel que sacamos en kioscos, cada uno de ellos son productos, y aunque tienen responsables individuales, deben ser cuidados y desarrollados en relación con el «gran» producto que es eldiario.es para nuestros lectores.

Algunas habilidades clave de los perfiles de producto son: la capacidad de tener una visión más grande que el producto en sí, el foco que deben poner en algo para entender cómo lograr su ejecución en los detalles, habilidades comunicativas para saber construir una narrativa en la que encajen todos los equipos de diferentes áreas y la capacidad de cambiar rápidamente, reconocer errores y tomar decisiones rápidamente cuando detectan fallos.

Cómo es mi rol en eldiario.es

Otra de las formas en que explico mi función cuando me preguntan, es con ejemplos: el comercial se encarga de vender anuncios y su objetivo es ingresar dinero, el objetivo de la redacción es producir piezas periodísticas, los desarrolladores llevan todo lo relacionado con el sistemas informáticos, ¿quién va a mirar por el producto en sí que llega al lector cuando pueda haber vacíos o conflictos entre un área y otra?

En pocas palabras, ¿quién mira por entregar día a día la mejor selección de noticias en un soporte útil, cómodo, que esté en línea con lo que nuestros lectores, anunciantes y nosotros mismos queremos hacer, en base a nuestros principios? Allí estoy yo, tanto si es como para señalar la forma de mejorar un proceso de trabajo, como pedir recursos o participar en procesos de selección de personal.

Miro métricas hacia adentro, busco tendencias hacia afuera y escucho a nuestros lectores-usuarios. También hablo con las terceras partes que nos ofrecen servicios para incorporar tanto interna -para mejorar nuestros procesos- como externamente -de cara al producto que ofrecemos-, reviso acuerdos con ediciones y colaboradores externos y en general superviso la puesta en marcha y el desarrollo de nuevos productos (apps, versiones móviles, especiales informativos, campañas, etc).

Si determinados contenidos no están llegando bien a los lectores (por un problema de diseño, o de funcionalidad, o de calidad en los gráficos) yo me encargo de escuchar a las partes y proponer ante la dirección los nuevos procesos, herramientas o recursos para gestionar ese cambio; hablo con diseñadores, desarrolladores, jefes de sección y gerencia.

Si un anunciante quiere una fórmula diferente de las establecidas, el comercial me la mostrará y juntos veremos si es factible, teniendo en cuenta recursos, usabilidad para el lector y principios y políticas de nuestro medio. Todo parece mucho y lo es, pero también es responsabilidad del jefe de producto saber qué priorizar, saber delegar e ir pivotando entre lo que se necesita a cada momento.

Probablemente escriba más sobre este tema en el blog porque a partir de septiembre voy a enfocar todo mi tiempo en Producto. Hasta ahora también llevaba la sección de Tecnología de eldiario.es, Diario Turing, que dejaré en buenas manos, aunque no me resistiré de vez en cuando a escribir algo. Cada vez crecemos más y necesitaré más horas para Producto.

Empresas que están innovando suelen tener a figuras activas en estos puestos, que a veces comparten lo que aprenden. Pablo M. Fernández, de Chequeado, hizo una buena recopilación de blogs que hablan de producto y Ezequiel Apesteguía (jefe de producto en Artear) puso los suyos en un pastebin. Hay muchos y muy buenos product managers, jefes de desarrollo de producto o directores de innovación, dependiendo de cómo le llamen en la empresa, trabajando en estas áreas en empresas en España y en América Latina. En su blog, Silvia Cobo suele a entrevistar a gente que está innovando en medios periodísticos. Si conocen más blogs sobre Producto, pueden dejarlos en los comentarios.

Los árboles de mi ciudad están tan grandes

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No hace falta ser anciano para darse cuenta de que con los años los lugares de la niñez se te quedan dentro, y en mi caso tienen forma de calles que recorro desde hace años una y otra vez mentalmente, desde la bicicleta o caminando, o trepando si son árboles o techos. Mi niñez fue feliz y es mi tesoro. Esas calles se quedaron en Argentina, en distintas ciudades en las que viví y a las que hacía muchos años que no volvía.

Viajo bastante y siempre intento ir a lugares que no conozco. Pero en este viaje volví a caminar por las calles de mi niñez, con ojos muy abiertos, con la cabeza yendo y volviendo. En la ciudad donde nací todos me mostraban los edificios nuevos, las fuentes, los puentes, y yo no me cansaba de mirar los árboles. Todos están tan grandes. Son más parte de la ciudad de lo que uno esperaba: despeinados, frondosos, enormes.

Muchas de las calles de las ciudades donde viví han cambiado tanto que me costaba reconocerlas: las tiendas y las personas parecían familiares pero claro, no eran las mismas. A veces las aceras, o los nombres de las calles eran lo más reconocible: todo lo demás era diferente, más ruidoso, más intenso y más complejo y a la vez más pequeño de lo que yo recordaba. Como cuando ves a través de las gafas de un miope. Las casas estaban más enrejadas y creo que también por eso parecían pequeñas. Mis escenarios de la niñez estaban definitivamente más llenos de libertad.

Los olores son exactamente los mismos: ¿cómo pueden ser tan concretos y tan endiabladamente difíciles de definir? En cada esquina se amontonaban recuerdos, y quizás por eso no podía caminar muy deprisa. Pasé por la casa de Emiliano, el chico terrible que no soportábamos mucho pero que era el único que tenía una Commodore 64 y nos la prestaba alguna vez. Ví las casas del barrio Gómez, y cada una eran tanto más que casas: rostros, familias, historias. De chicos, con Mati, mi compinche, subíamos al tejado de nuestras casas y desde ahí saltábamos a otros techos vecinos, nos encantaba treparnos a ese mundo propio y aunque no nos dejaban, llegamos a conocer los tejados de muchísimas casas de la manzana.

A veces los recuerdos eran sólo retazos de imágenes sin sentido: las frutillas que nos convidaba el marido de nuestra profesora de inglés, el cuerpo muerto de un pajarito en la calle que había caído de su nido, la piedra que había debajo del río y que teníamos que evitar al nadar para no rompernos los dedos de los pies.

La calle Libertad, la primera en la que vivimos y que significaba tantas cosas. La rotonda con la estatua de La Madre. El café Amici. La Telefónica, donde estaba la única cabina de teléfono pública, en la que había colas todas las noches para llamar, porque era más barato. El helado de chocolate de Frigor, en la heladería de la señora Kalas, que siempre nos sonreía. Ha muerto, me dijeron. La vez que pasé caminando frente a la tienda del chico que me gustaba y me temblaban las piernas de niña de 12 años. Pasé y me temblaron otra vez, a pesar de que la tienda no era la misma, ni había nadie allí.

Pasé por la casa embrujada. Todos decían que por las noches se veían luces y cortinas moverse a pesar de que nunca estuvo habitada, yo no consideraba necesario ni siquiera poner en duda algo que decía todo el mundo, y nunca pasaba por ahí. Sigue cerrada. Era de día cuando la volví a ver pero siempre la veo oscura. Frente a ella tuve 8 años otra vez, el mismo silencio en esos sauces, las mismas ventanas despintadas. Sólo pensé en hacerle una foto y me fui enseguida.

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La casa embrujada

La escuela Mariano Moreno. Mi escuela primaria con nombre de periodista prócer, que cumplió 100 años y no cambia. Aunque era blanca y ahora es amarilla, está pintada y es reluciente y hermosa como la recordaba. Sólo se ve tan pequeña que no quise mirarla mucho, creo que quise quedarme con la escuela inmensa de mi memoria. Con esos pasillos anchos donde salíamos cantando todos los días en fila hasta que bajábamos las escaleras de la entrada y alguien nos estaba esperando con una sonrisa. La garganta se me anuda.

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La escuela

Si hubiera tenido más días, hubiera recorrido todas las calles de esas ciudades, mirándolas, por fuera y por dentro mío, no sé muy bien por qué, ni de dónde viene ese placer tan hondo.

Cumpleaños y cábalas

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Este año para mí lo notorio del cumpleaños han sido las cábalas en torno a esta fecha en la vida de uno. Hay más de las que yo pensaba. Hay más gente que las cree y no se atreve a romper ciertos hábitos que las que yo creía. Una que yo practiqué durante mucho tiempo: nunca decir feliz cumpleaños a alguien un día antes. Menos aún festejarlo. Mejor saludar a alguien días después a que sea en la víspera, o estaremos virtiendo una oscura descarga de mala suerte a quien queríamos agraciar.

Cumplí años el 31. Este año me costaba entender que el mejor día para quedar a unas cervezas era el 30, por ser viernes, pero en cuanto me dí cuenta que era esa extraña cábala la que estaba obstaculizando mi cabeza, fijé fecha y llevé un pastel de cumpleaños a la redacción y esa noche nos tomamos las cañas y tapas más guapas del mes. Y sin embargo, hubo gente que festejó conmigo pero sólo me dijo feliz cumpleaños al día siguiente, aunque fuera por mensaje y no en persona, supongo por ese temor tan humano a tirarme mala suerte. Hubo quien no veo hace años, pero me mandó un email también un día después porque ese mismo día no podía mandármelo y el día anterior a mi cumple, ni hablar, no se hace. Hubo quien me preguntó si le daba permiso para darme el regalo el 30.

También hay quien piensa que hay que soplar siempre unas velas. Y cantar el cumpleaños feliz. Y a mí me encanta que alguien cuide los detalles. En algún momento pensé qué suerte que no soy esclava de las cábalas. Hasta que tuve que aceptar que tengo una. No es menos irracional que las anteriores: es que siento que siempre hay que festejar los cumpleaños.

Dejar pasar el aniversario de tu nacimiento sin invitar, sin brindar, sin festejar de alguna manera me parece un error, un acto que puede merecer algún tipo de mala suerte, incluso diría una señal de soberbia de quien se cree inmortal. Triunfa la irracionalidad y la cábala también en mí: siempre debo celebrar mis cumpleaños.

Resumen inevitable de 2014

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Es inevitable. No crees en la Navidad, pero llegan estos días y no hay más remedio que cerrar el año. Y aunque te niegues a hacer un resumen con la app de Facebook, el conteo ya lo has hecho. Ya has revisado tus fotos de este año, ya has pensado en lo que aprendiste con cada viaje, con algunas personas, con algunos reencuentros. Como siempre que las cosas siguen dando vueltas en tu cabeza, necesitas escribirlo.

Tu compañera de la sección de Cultura ya te ha preguntado por los libros que más te gustaron de este año. Repasé mi lista y ví dos cosas: este año también he leído libros que han cambiado mi cabeza en algo, he disfrutado mucho leyendo y he leído más. He abierto una página en el blog donde voy poniendo lo que leo. También he regalado más libros y seguiré haciéndolo. Quiero seguir leyendo sobre puntos de vista que no comparto y temas que no conozco. Tres de los libros que disfruté mucho este año fueron: Thinking, Fast and Slow, de Daniel Kanehman; The Signal and the Noise, de Nate Silver y The Undercover Economist, de Tim Harford.

Tuviste que repasar todos los temas que cubriste este año en Tecnología para que cualquiera pueda elegirlos en la app de Lo mejor de 2014; repasaste mentalmente tus diálogos con los redactores, tus entrevistas, las llamadas y los comentarios. Este año una ley que parecía demasiado absurda para pasar, pasó, y de la forma más retorcida, entre plazos justos un verano, sin avisos a la UE, con cambios de último momento y una opinión pública que se dio con ella a fin de año. Una ley que a día de hoy alimenta incertidumbre jurídica entre empresas, abogados y editores. A ver qué pasa en 2015.

Mientras tanto también escribimos sobre de criptología y seguimos de cerca a Snowden, hablamos con Greenwald, explicamos por qué hay programación para niños, hablamos de drones, de inteligencia artificial, de luces LED y de ebooks. Gracias equipo de Diario Turing: este año no hizo falta hablar mucho para entendernos, y gracias lectores, por seguir ahí y no dejarnos pasar ni una.

La organización de tus archivos te hizo volver a revisar carpetas de fotos y de screenshots. En las capturas de pantalla revisitaste muchas de un rediseño que iba cambiando, de detalles que había que corregir, de fuentes, de logos, de cabeceras nuevas de secciones y blogs que hemos abierto, de cambios en el sistema de comentarios. Un screenshot de Skype te recordó que hablaste con Malena Pichot sobre el humor sobre los desaparecidos, la fama, el standup y los miedos. Me acordé que a veces las entrevistas que parecen fáciles pueden ser las que más te cuesten. Junto a las fotos de tus viajes aparecieron las sonrisas de quienes te esperaban. Volvió la sorpresa de encontrarte a Roma en Mérida, las historias que te contaron en Chichen Itzá, el perfume de los tacos del DF, el calorcito de unos vinos en Toro, el Mediterráneo desde Valencia, Cartagena, Alicante, Barcelona.

Tuviste que acordarte de mucha gente que ha sido parte de tu 2014. De los que vuelven del pasado, de los que no están siempre como uno quiere, pero están; de los amigos con todas las letras, para los que no existen los doble check, ni las tonterías. Brindaste y te acordaste de gente con la que compartes muchas horas todos los días y agradeciste a tenerlos en tu vida, aunque no se los hayas dicho. Recordaste que nos hemos prometido abrazarnos más. Y muchas cosas más que uno no escribe en público y no importan al resto. Yo este año recordé, viajé, compartí muchas charlas, intenté disfrutar cada día, y se me ha pasado volando un año muy dulce.

Necesitas escribirlo y una vez que está puesto en letras, por qué no publicarlo, te preguntas. Felicidades, amigos.