CPJ: Nunca fue tan peligroso ser periodista

A Las Naves, digo y el taxista me pregunta “¿Qué está pasando ahí estos días que va tanta gente?”. Estos son los 1200 asistentes que está recibiendo el Internet Freedom Festival, uno de los encuentros de expertos en seguridad y derechos humanos en internet más importantes del mundo, que se celebra en Valencia, España.

Este año, Vozpópuli es media partner y esta semana he estado dos días allí, hablando con gente, aprendiendo y escribiendo. Hoy he publicado parte de una charla que tuve con Tom Lowenthal, periodista y tecnólogo de la CPJ, que acaban de sacar un informe especial donde alertan que los periodistas nos hemos convertido en targets: la precarización de las redacciones, la desproporción de freelancers y la falta de consideración de riesgos digitales y psicológicos conforman un escenario en el que nunca ha sido tan peligroso ser periodista. El informe, en inglés, está en la web del CPJ

Álvaro de Cózar, el periodismo y las cajas

 

Un joven con un casco en la mano llegó a la redacción preguntando por alguien a quien quería hacer una entrevista. Cuando le pregunté “De parte de quién” y me dijo Álvaro de Cózar se me vino a la mente la introducción del primer capítulo de V, las cloacas del Estado, su voz en mis auriculares desgranando cada caso relacionado con un comisario intrigante, y le pregunté: “¿Eres el del podcast?”. Asintió y en ese momento pensé “¿Cómo es que nadie ha entrevistado al primer periodista que hace una especie de Serial en España?” (Para quien no lo conozca, Serial es un podcast absolutamente brillante que consistió en una investigación documental en forma de serie). Así es que le cité yo a mi vez y salió esta entrevista, donde Álvaro ha dicho cosas muy interesantes sobre el periodismo y los formatos: 

Este periodismo se tiene que colocar en otras cajas. Seguirá habiendo titulares, pero si yo me quiero enterar de una historia, ¿cómo hago? Ahora mismo alguien que quiera saber qué es el caso Púnica, ¿dónde demonios lo veo, qué haces? Te vas a la Wikipedia. Porque son los únicos que lo acotan, que le ponen un inicio y un fin. Pero si te vas por ejemplo al archivo de El País, el lío que te haces, tienes que leer 200.000 cosas.

No sé, la historia esta del Banco de Andorra. Nadie sabe nada de eso. Nadie lo ha contado. Hay una cantidad de casos de corrupción que están pasando por ahí. No hay nadie que lo ordene. Y esto lo hacen muy bien los yankees. ¿Por qué en España no hay una puñetera película de la crisis española?

En relación a la serie, me he dejado espoilear un poco por Álvaro pero he tenido la precaución de no hacerlo yo para mis lectores, así que pueden leer tranquilos.

Las portadas que no fueron

Tom Bodkin, left, looking over a mock-up of a possible front page for Wednesday’s New York Times. Credit Stephen Hiltner/The New York Times
Tom Bodkin, a la izquierda, observando el mockup de una posible portada para el New York Times del miércoles. Stephen Hiltner/The New York Times

Esta mañana, como con el Brexit, en varias redacciones se habrá repetido esta escena. A las 5.3o abrí los ojos y empecé a seguir las noticias. La sensación en Twitter y en los grupos de mensajería era cada vez de más pesimismo a medida que se conocían los resultados de los estados. Me resistí hasta que decidí aceptar las probabilidades y cuando ví el vuelco en los datos del NYT, entré a cambiar la portada de Vozpópuli. Habíamos dejado una muy bonita para Hillary Clinton. Ha sido un día tan movido que casi me había olvidado, cuando leo esto del New York Times, justamente: 

And so, in the heart of The Times’s newsroom, long before the exit polls hinted at an upset — and hours before the news media confirmed Mr. Trump’s earthshaking win — Tom Bodkin, The Times’s design director, quietly looked over one such draft.

“MADAM PRESIDENT,” the would-be headline read.

To some, the image you see here is a painful reminder of a historic presidency that did not come to pass.

Las cinco reglas de Botsford para editar un texto

Redacción de The New York Times, 1942. Fuente: Wikipedia

Las memorias de periodistas, escritores, corresponsales y demás fauna de los medios me fascinan. Gardner Botsford fue editor del New Yorker. En sus memorias, “A Life of Privilege, Mostly«, (Una vida de privilegio, en general), Botsford resume el trabajo del editor en cinco reglas, junto con algunas vivencias con las que todo el que haya cumplido funciones de editor en una redacción le resultarán muy fáciles de identificar con las propias. ¿Quién no ha tenido un Wechsberg?

 

A principios de 1948, la entrega de «Carta desde París» y «Carta desde Londres» se trasladó desde el domingo a un día más civilizado de la semana, y a mí me trasladaron con ella. Otra persona pasó a encargarse de las noches de domingo y empecé a dedicar la mayor parte del tiempo a editar largas piezas factuales: «Perfiles», «Reportajes» y textos de ese tipo. Seguí editando a Flanner y Mollie Panter-Downes –de hecho, a partir de entonces edité todo lo que cualquiera de los dos escribiese para la revista–, y también me asignaron a varios escritores de primera clase del New Yorker, con muchos de los cuales formé alianzas permanentes. Eso implicaba menos tiempo con los escritores de menor calidad con los que había empezado, los Helen Mears y Joseph Wechsberg. Helen Mears era una escritora olvidable; a Joseph Wechsberg lo recordaré siempre. Era un incordio, un Mal Ejemplo y un rito de paso para cada editor junior. Para empezar, era checo y en realidad nunca aprendió inglés. (Aquí hay una observación biológica de Wechsberg que he conservado intacta a lo largo de los años: «Sin los largos hocicos de los abejorros, los pensamientos y el trébol rojo no pueden ser fructificados».) Además, había empezado como escritor de ficción (ahora es más conocido, si es que se le conoce por algo, por algunos relatos que publicó en la revista antes de la guerra) y, cada vez que los datos que necesitaba resultaban elusivos, se los inventaba. Como su escritura estaba desvinculada de la gramática, el vocabulario y la cordura (ver arriba), podía escribir muy deprisa, y no había nadie más prolífico que él. Sandy Vanderbilt siempre decía que había editado más a Wechsberg que yo, y que había editado más a Wechsberg de lo que el propio Wechsberg había escrito, por culpa de una pesadilla recurrente en la que trabajaba en un manuscrito implacable e interminable de Wechsberg que seguía supurando por mucho que Sandy trabajara, pero cuando fuimos a la morgue y sacamos el archivo de Wechsberg, ninguno de los dos podía recordar quién había editado qué, o, para ser más precisos, quién había escrito qué. Lo que nos molestaba era que Wechsberg era inmensamente popular entre los lectores, lo que quería decir que nosotros éramos inmensa, aunque anónimamente, populares entre los lectores. Cuando llegaron algunos editores que eran todavía másjuniors que yo –Bill Knapp, Bill Fain, Bob Gerdy y un par de figuras más transitorias–, les asignaron a Wechsberg y yo quedé libre al fin. No totalmente libre, por supuesto.

Como la revista publicaba cincuenta y dos números al año, la mayoría de los cuales contenía (entonces) al menos dos piezas factuales, era demasiado esperar que los escritores de primera fila pudieran satisfacer esa demanda. Eso abrió la puerta a escritores de segunda línea y yo (como Sandy, Shawn y todos los demás) tenía que echar una mano. Era el tipo de trabajo que me llevó a una serie de conclusiones sobre la edición.

Regla general n.º 1: Para ser bueno, un texto requiere la inversión de una cantidad determinada de tiempo, por parte del escritor o del editor. Wechsberg era rápido; por eso, sus editores tenían que estar despiertos toda la noche. A Joseph Mitchell le costaba muchísimo tiempo escribir un texto, pero, cuando entregaba, se podía editar en el tiempo que cuesta tomar un café.

Regla general n.º 2: Cuanto menos competente sea el escritor, mayores serán sus protestas por la edición. La mejor edición, le parece, es la falta de edición. No se detiene a pensar que ese programa también le gustaría al editor, ya que le permitiría tener una vida más rica y plena y ver más a sus hijos. Pero no duraría mucho tiempo en nómina, y tampoco el escritor. Los buenos escritores se apoyan en los editores; no se les ocurriría publicar algo que nadie ha leído. Los malos escritores hablan del inviolable ritmo de su prosa.

Regla general n.º 3: Puedes identificar a un mal escritor antes de haber visto una palabra que haya escrito si utiliza la expresión «nosotros, los escritores».

Regla general n.º 4: Al editar, la primera lectura de un manuscrito es la más importante. En la segunda lectura, los pasajes pantanosos que viste en la primera parecerán más firmes y menos tediosos, y en la cuarta o quinta lectura te parecerán perfectos. Eso es porque ahora estás en armonía con el escritor, no con el lector. Pero el lector, que solo leerá el texto una vez, lo juzgará tan pantanoso y aburrido como tú en la primera lectura. En resumen, si te parece que algo está mal en la primera lectura, está mal, y lo que se necesita es un cambio, no una segunda lectura.

Regla general n.º 5: Uno nunca debe olvidar que editar y escribir son artes, o artesanías, totalmente diferentes. La buena edición ha salvado la mala escritura con más frecuencia de lo que la mala edición ha dañado la buena escritura. Eso se debe a que un mal editor no conservará su trabajo mucho tiempo, mientras que un mal escritor puede continuar para siempre, y lo hará. La buena escritura existe al margen de la ayuda de cualquier editor. Por eso un buen editor es un mecánico, o un artesano, mientras que un buen escritor es un artista.

Vía el blog de Fernando García Mongay

Qué es «producto» en un medio digital

Relaxing cup

El jefe de producto o Product Manager es una posición muy conocida en startups y empresas tecnológicas, pero no tanto en medios. Supongo que como las redacciones tradicionales han tenido que adaptarse a un profundo cambio estructural y de mentalidad al transformarse al medio digital, la figura de un director de Producto, o Chief Digital Officer como también se le llama, es cada vez más conocida en medios nuevos.

Cuando hablé con el director de eldiario.es la primera vez antes de entrar, me dijo que estaba pensando en mí para este puesto, que necesitaba un perfil no técnico pero que pudiera hablar el lenguaje de los desarrolladores, que pudiera entender a los comerciales sin dejar de ser periodista. Una mujer-puente, esa soy yo. Disfruto mucho de ser enlace entre las distintas áreas porque me permite un ejercicio constante de flexibilidad, búsqueda, argumentación y ejecución, y me gusta tener el big picture en mente.

Mi descripción de funciones es la de coordinar y ayudar a mejorar los procesos entre las tres grandes áreas de eldiario.es. En aquel momento venía de una startup en la que como socia desempeñé casi todos los puestos (dirección de contenidos, contabilidad, administración, recursos humanos, relaciones públicas, temas legales, por decir sólo algunos, cualquier emprendedor me entenderá); después de eso no necesité más explicación para saber cuál era mi tarea en un medio digital.

Con el crecimiento de nuestra organización, surge la necesidad de explicar qué es «Producto» a las nuevas incorporaciones. Curiosamente quienes vienen de medios tradicionales o de la universidad de periodismo no conocen este puesto, que a cualquier persona que venga de startups tecnológicas o medios nuevos le suena.

El producto en una empresa como la nuestra es uno y es múltiple. La cabecera o la marca del diario, cada uno de los especiales informativos que lanzamos, las secciones, los blogs, la revista trimestral en papel que sacamos en kioscos, cada uno de ellos son productos, y aunque tienen responsables individuales, deben ser cuidados y desarrollados en relación con el «gran» producto que es eldiario.es para nuestros lectores.

Algunas habilidades clave de los perfiles de producto son: la capacidad de tener una visión más grande que el producto en sí, el foco que deben poner en algo para entender cómo lograr su ejecución en los detalles, habilidades comunicativas para saber construir una narrativa en la que encajen todos los equipos de diferentes áreas y la capacidad de cambiar rápidamente, reconocer errores y tomar decisiones rápidamente cuando detectan fallos.

Cómo es mi rol en eldiario.es

Otra de las formas en que explico mi función cuando me preguntan, es con ejemplos: el comercial se encarga de vender anuncios y su objetivo es ingresar dinero, el objetivo de la redacción es producir piezas periodísticas, los desarrolladores llevan todo lo relacionado con el sistemas informáticos, ¿quién va a mirar por el producto en sí que llega al lector cuando pueda haber vacíos o conflictos entre un área y otra?

En pocas palabras, ¿quién mira por entregar día a día la mejor selección de noticias en un soporte útil, cómodo, que esté en línea con lo que nuestros lectores, anunciantes y nosotros mismos queremos hacer, en base a nuestros principios? Allí estoy yo, tanto si es como para señalar la forma de mejorar un proceso de trabajo, como pedir recursos o participar en procesos de selección de personal.

Miro métricas hacia adentro, busco tendencias hacia afuera y escucho a nuestros lectores-usuarios. También hablo con las terceras partes que nos ofrecen servicios para incorporar tanto interna -para mejorar nuestros procesos- como externamente -de cara al producto que ofrecemos-, reviso acuerdos con ediciones y colaboradores externos y en general superviso la puesta en marcha y el desarrollo de nuevos productos (apps, versiones móviles, especiales informativos, campañas, etc).

Si determinados contenidos no están llegando bien a los lectores (por un problema de diseño, o de funcionalidad, o de calidad en los gráficos) yo me encargo de escuchar a las partes y proponer ante la dirección los nuevos procesos, herramientas o recursos para gestionar ese cambio; hablo con diseñadores, desarrolladores, jefes de sección y gerencia.

Si un anunciante quiere una fórmula diferente de las establecidas, el comercial me la mostrará y juntos veremos si es factible, teniendo en cuenta recursos, usabilidad para el lector y principios y políticas de nuestro medio. Todo parece mucho y lo es, pero también es responsabilidad del jefe de producto saber qué priorizar, saber delegar e ir pivotando entre lo que se necesita a cada momento.

Probablemente escriba más sobre este tema en el blog porque a partir de septiembre voy a enfocar todo mi tiempo en Producto. Hasta ahora también llevaba la sección de Tecnología de eldiario.es, Diario Turing, que dejaré en buenas manos, aunque no me resistiré de vez en cuando a escribir algo. Cada vez crecemos más y necesitaré más horas para Producto.

Empresas que están innovando suelen tener a figuras activas en estos puestos, que a veces comparten lo que aprenden. Pablo M. Fernández, de Chequeado, hizo una buena recopilación de blogs que hablan de producto y Ezequiel Apesteguía (jefe de producto en Artear) puso los suyos en un pastebin. Hay muchos y muy buenos product managers, jefes de desarrollo de producto o directores de innovación, dependiendo de cómo le llamen en la empresa, trabajando en estas áreas en empresas en España y en América Latina. En su blog, Silvia Cobo suele a entrevistar a gente que está innovando en medios periodísticos. Si conocen más blogs sobre Producto, pueden dejarlos en los comentarios.

Periodismo de filtraciones en España

Filtrala cumple un año y en la jornada que organizó para celebrarlo estuve hoy moderando la mesa redonda: «Periodismo de filtraciones en España: experiencias, retos y perspectivas», con la participación de Pedro Noel y Santiago Carrión (@wbpress), de Associated Whistleblowing Press; Ter García, de Diagonal; Toni Martinez (@tonillo), de La Marea, Susana Sanz (@suysulucha), de Fíltrala, y Juan Luis Sánchez (@juanlusanchez), de eldiario.es. Hablamos de la experiencia de los medios, el proceso para trabajar con información que ha sido filtrada y los mejores recuerdos de publicaciones de este tipo que han surgido este año.

Redacciones

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“Tengo a esta redacción el amor que tiene un inmigrante”. Algo así dice David Carr en Page One, el documental sobre el New York Times, que es también un documental sobre estos tiempos en la prensa. Cómo no identificarme con esa frase, cuando el periodismo que uno hace es un privilegio, cuando llegar a una redacción como la mía es un premio cada lunes.

Cuando terminé mi carrera, tras años de prácticas y muchas entrevistas frustrantes decidí que si el periodismo no tenía nada que ver con internet no me interesaba. Tras años de proyectos digitales propios e impropios y freelancear a gusto y disgusto, encontré una redacción, nada tradicional pero muy periodística, donde se hace periodismo a pesar de todo. En mi lista de mis lugares favoritos del mundo -no lo dudo ni un momento- una redacción está entre los primeros.

Carr también dijo:

The dirty secret: journalism has always been horrible to get in; you always have to eat so much crap to find a place to stand. I waited tables for seven years, did writing on the side. If you’re gonna get a job that’s a little bit of a caper, that isn’t really a job, that under ideal circumstances you get to at least leave the building and leave your desktop, go out, find people more interesting than you, learn about something, come back and tell other people about it—that should be hard to get into. That should be hard to do. No wonder everybody’s lined up, trying to get into it. It beats working.

Foto: Nycmstar