Por qué Susan Boyle no es viral (y la industria tiene que cambiar el chip)

Llámenme insensible pero lo más conmovedor de Susan Boyle no es la historia de Cenicienta que maneja detrás sino los números que muestran la propagación alucinante que puede sufrir un mensaje en nuestra era de redes y todo lo que tienen estos para decirnos sobre los nuevos modelos de distribución de la cultura.

El video de 7 minutos colgado en Youtube ha quebrado todos los récords de visionado en una semana -al momento de escribir este post, 14 días después de publicado, 43.6 millones de visitas y subiendo-, incluso de algunos que llevan varios meses, como la imitación de Sara Palin por parte de Tina Fey (8.7 millones) o el discurso de la victoria de Obama la noche de su elección (4.8 millones de visitas en este momento). Pero es que según Visible Measures, que mide estadísticas de varios sitios que comparten videos, todos los videos con Susan Boyle, incluyendo sus entrevistas en televisión, han generado un total de 85.2 millones de vistas. Julie Supan, portavoz de Youtube, dice que en sus cuatro años en la compañía no recuerda un video que rankeara de esta manera.

El Washington Post recoge estas y otras estadísticas, como las de su página en Wikipedia que sumaba 500 mil visitas a una semana de su creación, o los datos de su página en Facebook, que sumaba cientos de nuevos miembros cada pocos minutos y en una semana pasó de 150 mil miembros a más de un millón.

Pero mucho más interesante es el análisis de Henry Jenkins, , que evita llamar virales a estos procesos, sino que habla de spreadability, y la diferencia detrás de eso es la intención. Dice Jenkins:

The difference between «viral» and «spreadable» media has to do with the conscious agency of the consumers. In the viral model, nobody is in control. Things just go «viral.» In the Spreadability model, things spread because people choose to spread them and we need to understand what motivates their decision and what facilitates the circulation.

While she originated on British broadcast television, her entry into the American market was shaped more by the conscious decisions of 87 plus million people who choose to pass her video along to friends, families, work mates, and fellow fans than by any decision by network executives to put her on the airwaves in the first place.


En estos días en España estamos hablando mucho de la cultura y de los posibles nuevos modelos para distribución de contenidos, y datos como éste ponen de manifiesto de qué estamos hablando. Los usuarios ya son parte de esa distribución de los contenidos, nos guste o no:

We have to understand the Susan Boyle phenomenon as occurring at the intersection between broadcast media (or to use Amanda Lotz’s term, television in the post-network era.) In other words, this is convergence culture at work.

The Susan Boyle phenomenon would not have played out the same way if there wasn’t YouTube, if there weren’t social networks, if there weren’t Twitter. Indeed, the very similar video of Paul Potts making a similarly surprising success on the same program generated nowhere near the same level of circulation a year ago (though it may have also prepared the way for the public’s interest in this story). What allowed the Susan Boyle video to travel so far so fast was that it could travel so far so fast.

En el mismo análisis se menciona ese plus de audiencia ganada a los medios tradicionales: el vídeo se distribuyó sin derechos de comercialización en el resto del mundo, simplemente porque no había forma de hacerlo. Quien hubiera querido consumir ese momento no tenía forma de comprarlo: el programa no fue distribuido comercialmente fuera del Reino Unido, ni en Hulu, ni en iTunes, ni con la misma inmediatez, ni con la recomendación de un conocido que decide compartir ese contenido.

Aunque los productores del video podrían haber monetizado las visitas, según Wired, decidieron no hacerlo, porque no se trataba de eso. Jenkins cree que tanta spreadability incluso puede significar más una responsabilidad (liability) que una baza (asset), porque el interés de las personas es efímero, y si Susan Boyle grabase un disco, para el momento en que ese disco saliera al mercado ya no existiría el mismo interés que hace que la gente busque sus datos en Wikipedia.

Susan Boyle, la mujer que paradójicamente no sabía lo que era Youtube, nos está haciendo ver muchas cosas. Entre ellas, que todavía tendemos a transladar los antiguos modelos de promoción y publicidad a la nueva forma de difusión de la cultura, queremos encajar eso en el fenómeno de las conversaciones grupales, queremos números rápidos.

Ya no habrá virales, nunca los hubo si creíamos que el contenido se transmitía casi involuntariamente. Que contagioso significaba carente de decisión. Las decisiones de la multitud cuentan, y cuentan más que nunca.

Piracy

Piracy often reflects market failures on the part of producers rather than moral failures on the part of consumers.

Henry Jenkins, co-director of MIT’s Comparative Media Studies program and author of «Convergence Culture: Where Old and New Media Collide.

Sinde

Quizás el debate es demasiado complejo, o se están discutiendo demasiadas cosas, lo cierto es que el nombramiento de Angeles Gonzalez-Sinde sigue provocando posts. Se habla del futuro de la industria cultural, la distribución de contenidos, el derecho a la cultura, la retribución al artista, las entidades de gestión privada, el canon digital, hasta de la generación de treintañeros que viven con sus padres.

Algunos párrafos que me quiero guardar, casi al azar, porque no hay justicia en dejar de leer los posts completos:


Una persona que califica el canon como claramente insuficiente, cuya designación destruye cualquier posibilidad de alcanzar un equilibrio entre los derechos de los internautas y de los ciudadanos en general y los de esos creadores aferrados a modelos de negocio imposibles hoy en día y que están dispuestos a llevar a todo el mundo a la cárcel con tal de mantener su situación. La decisión de poner a esta mujer ahí es, en realidad, un clarísimo pago por el apoyo de la farándula durante la campaña electoral: a todos los efectos, bien podían haber puesto a Teddy Bautista y llamar a la cartera “Ministerio de la SGAE”.

Enrique Dans: Una pesadilla, Angeles Gonzalez-Sinde, ministra de cultura


Me encantaría pagarle a Julio Medem cada una de las películas suyas que me descargué. Pero no comprando discos, por el amor de Dios… ¡Basta de disquitos, de casetitos, de blu-rays, de cintas de video, de mierditas chiquitas, que se llena la casa de basura y hay que tirar todo cada año y medio! (…)

Si lo que propone la Ministra de Cultura es que Telefónica yRapidshare no se coman todo el dinero que me gasto en ver series y películas, yo encantado de la vida de mandar a la mierda a Telefónicay al Rapidshare. Pero necesito algo a cambio, un sistema mejor que distribuya mi dinero entre los creadores (eso no lo tengo) y que me ofrezca velocidad de descarga y alta calidad de visionado (eso ya lo tengo).

Espoiler: Promesa Pública a la Ministra


Ordenar” el internet, de tal forma que parte del dinero destinado a pagar una conexión de internet con la que se descargan series de televisión, películas o música llegue a los creadores es simplemente meter otro canon digital.

…y ya sabemos cómo le fue a España con elcanon. Miles, posiblemente millones de personas, pagando un impuesto injusto por uso “calculado” de tecnologías, que nada tienen que ver con la realidad; y un gobierno que sigue llamando piratas a quienes descargan para uso privado, aún cuando les hacen pagar un impuesto por, justamente, la copia privada. (…)

Me parece justa la idea de encontrar una forma de pagarle 74 céntimos por episodio al creador de la serie (yo pagaría gustoso 1€, inclusive), pero la solución está lejos del “orden” propuesto por la nueva ministra.
Lo que el gobierno debería hacer es presionar a las discográficas y estudios a impulsar el uso de medios digitales y deshacerse de medios físicos. Estoy seguro que en menos de un mes tienen un acuerdo con Apple y están vendiendo las series y películas en el iTunes.

ALT1040: Casciari, tienes razón, pero no queremos otro canon digital


Cuando hablamos del la libertad de ver algo y no pagar por ello tenemos que pensar en dónde ponemos el acento. Habrá quién diga «Es que eso es malo para la cultura». Bien, supongamos que fuera verdad, que la cultura y las industrias culturales fueran lo mismo (que no lo son) Pero lo cierto es que DA IGUAL. Da lo mismo que pensemos en si algo es bueno o malo o regulín para la cultura cuando el uso social de las tecnologías ya ha incorporado a una generación completa (Y las siguientes) en que el acceso a los contenidos es gratuíto.

No digo que no se puedan implementar formas de control de ese acceso gratuíto, digo que esa generación pensará formas de romper ese control. Siempre, sin excepciones. Y lo hará rápido. Más rápido que cualquier ley. Que cualquier campaña mediática y tecnológica. El motivo es sencillo. Son más cabezas pensando juntas y en red con un objetivo. Es una lucha que no se resuelve. No se gana.

Por el camino, el resultado suele que el servicio que se da es cada vez es peor, las condiones son cada vez peores y la relación entre quién «defiende la cultura» (suspuestamente los creadores que la producen) y quien «la destruye» (las millones de personas que acceden a ella a través de la red. En serio, ¿no es ésto una paradoja como para parar el carro un pelín?) sea cada vez de un mayor enfrentamiento. Cuando ambos grupos (Si es que tal división es posible) Se necesitan. Es más. El grupo de los «creadores» necesita (o necesitamos) mucho más al de los consumidores que el de los consumidores a nosotros. Porque ellos ya tienen los medios para producir cultura de forma autónoma y distribuírla gratuítamente también.

Fílmica, Casiopea: Sí y no, Casciari


El cánon es en realidad un impuesto –de pago compulsivo– que es gestionado por una asociación privada, que decide sin control externo a quién da ese dinero, que hace campañas para criminalizar la copia, que nos insulta a todos tratándonos de piratas, que meten juicios a chavales para generar el efecto chill out y nadie les critique [que les ha fallado rotundamente],  que pretenden convertir a la copia privada en ilegal y últimamente –con el apoyo de varios políticos del PSOE– intentar prohibir el P2P.

Lo anterior, todo junto y en contexto es inaceptable y antidemocrático. (…)

Yo no tengo nada contra la idea de que el estado me cobre para fomentar la cultura, pagaría una “tasa de banda ancha” sin ningún problema, de hecho ya estamos pagando un huevo en la seguridad social –fui tres veces al médico en toda mi vida–, tasas municipales, tasas de no sé qué del carbón, innumerables tasas al gasóleo, IVA, IRPF, paro, etc. etc.

Pero a cambio:

  • Legalizar la copia sin fines de lucro, sea privada o no.
  • Asegurar la neutralidad de la red cualquiera sea el protocolo y contenido.
  • Prohibir todo dispositivo que impida el ejercicio del derecho a copia (i.e. DRM).
  • Que la tasa sea propocional a lo que cobra la operadora o ISP.
  • Que es impuesto lo recaude la administración, no una entidad privada.
  • Que sea la administración la que dicte las reglas de cómo distribuir el dinero.
  • Que el dinero lo controle y distribuya la administración o empresas privadas pero bajo reguladas, auditadas y en régimen de concurso y concesión temporal (como las autopistas, por ejemplo).
  • Que la distribución sea equitativa con métodos de medición más fiables y no solamente lo que se escucha por la radio o TV.

Si están dispuestos a hacer eso, aplaudiré esta tasa.  Habré perdido un poco más de dinero, pero habré recuperado la libertad [otorgada por las tecnologías y quitadas por la ley] y  la seguridad que ese dinero estará mejor distribuido –o que al menos sabremos cómo se distribuye–. (…)

Miré tus últimos doce artículos en el blog –los que aparecen en la caja de la derecha–. En ellos hablas de 63 series y miniseries. ¿Sabes cuántas de esas son españolas? Ninguna.

¿Sabes cuánto dinero transifirió la SGAE a las sociedad extranjeras? De los 382 millones de euros repartidos en 2007, la parte internacional fue de 25 millones de euros. Un 6.5%.

Muy equitativo. Estas cifras parecen más las de un verdadero pirateo, con fines de lucro y a costa del trabajo de los demás.

Ricardo Galli: Casciari tiene razón, pero peligrosamente optimista

Actualizo y agrego:

Los cánones indiscriminados gestionados por organizaciones de intereses creados al servicio de modelos de negocio, como por ejemplo el de El País, cuyos ejecutivos piden dinero y prebendas públicas porque no les salen la cuentas, está detrás de todo esto. Y la ministra y su nuevo director del ICAA se han caracterizado por poner encima de la mesa una visión restrictiva, a veces peligrosa, de cómo resolver este cambio de paradigma. Eso sí, lo hacen con moderación y educadamente, un mérito a añadir para que no haya que tratarles, por supuesto, a patadas, y eso sin perjuicio de que la parodia y la sátira, lo incorrecto políticamente hablando que tanto valoras en las series que te gustan, sea factible. Los que debatimos en la red aspirando a no caer en lo que acertadamente señalas, inventar «conspiraciones paranoicas entre sindicatos de guionistas para salir en la portada de Menéame» sólo queríamos saber cómo se lleva la actitud pública de un medio que se posiciona en contra de hacer lo que en tu página se dice que se hace, pues precisamente la alojan ellos. Viceversa: que te beneficias de los servicios de un medio que pregona lo contrario a lo que haces. Nos mata la curiosidad, efectivamente, pero no es obligario posicionarse uber alles, ya es extraordinariamente bastante que sigas instruyendonos en talento y dramaturgia.

Gonzalo Martín: Con respeto y afecto, Hernán, hay algo que no se ha entendido.