El deepfake como arma masiva contra las mujeres

Vista aérea de Almendralejo | Kallerna

Esta semana una serie de deepfakes, desnudos arficiales de menores no consentidos, han sido noticia desde Almendralejo, una localidad de 30.000 habitantes entre los que se conocen todos. Pero para mí quienes han sido la noticia han sido las madres, que reaccionaron rápidamente de la mano de una de ellas, ginecóloga, que no dudó en usar sus redes sociales para contar esto cuando su hija se lo contó. Esto hizo que un grupo de madres se organizase por Whatsapp para denunciar, y luego surgieran otras denuncias similares también en Alcalá de Henares (Madrid). Muchas de ellas, como me dijo Miriam Al Adib, la ginecóloga, oían la palabra deepfakes y se encontraban con la IA así de la peor forma.

La mayoría de medios en un primer momento enfocaron la noticia desde lo tecnológico, algún tuitero wanna-OSINT decía cuál era la herramienta, y otros daban detalles que para mí no son lo fundamental del caso. Muchos se preguntaban por el Código Penal, y pedían leyes específicas «para la IA», confundiendo varias cosas. Hablé con Borja Adsuara, un abogado que sostiene que esto no es necesario, así como no hace falta una ley que tipifique la ciberestafa para castigar una estafa.

Y recordé el estudio más amplio y más citado sobre los deepfakes, que fue llevado a cabo en 2019 por Deeptrace, a pedido de Sensity AI. Desveló que el 96% de los vídeos deepfakes eran pornográficos y no consentidos. “La pornografía con IA daña exclusivamente a mujeres” dice ese informe. Lo que es necesario es que nos demos cuenta de que la IA es una arma masiva de última generación al servicio de la violencia machista. Después de avisar a las chicas que no tienen que avergonzarse, y a los padres que deben denunciar, el mensaje más importante según Al Adib, debe ir hacia los chicos: «No me vale que estés en un Whatsapp grupal y te quedes callado. Todo eso también daña a las víctimas». Lo mismo piensa Adsuara, que me explicó los tipos legales que corresponden. Todo, enlaces, estudios y lo que me contaron, en este reportaje para Newtral.

Foto: Kallerna | Wikimedia CC BY-SA 4.0

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Los libros que me hicieron feminista

8M 2018, Plaza de Callao, Madrid.

Hace unos años escuché esto de leer a más mujeres y fue otra de las ideas que me parecía absurda y luego me pasó por arriba como una apisonadora. No es que lo buscara, pero me dejé recomendar mujeres y de repente una lectura llevó a la otra. Terminé leyendo a muchísimas mujeres. No porque sí, sino porque sus lecturas me llenaban de temas mucho más interesantes, más profundos y sus puntos de vista más originales.

Muchas, como Rita Segato, Cristina Morales o Sara Mesa, abofetéandome, empujándome a un estado de reflexión constante. Otras describiendo tranquilamente sitios donde hemos estado tantas veces, situaciones en las que hemos sentido que algo no estaba bien pero donde teníamos que sobrevivir, con una naturalidad que no esperaba encontrar fuera de mí,  fuera de cada una de nosotras. Lecturas que nos hicieron hablar de nosotras y ya no de cada una. Lo personal y lo político. Os paso mi lista de libros así, que te hicieron verlo, y que luego nunca puedas ya dejar de verlo. 

When Computers Were Human de David Alan Grier

How to Be a Woman, de Caitlin Moran

La mujer rota, por Simone de Beauvoir

Not that kind of girl, por Lena Dunham

Una Habitación Propia, de Virginia Woolf

Bossypants, por Tina Fey

Coño Potens, por Diana Junyent Torres

Demasiada felicidad, por Alice Munro

Feminist Fight Club, de Jessica Bennett

El mundo deslumbrante, por Siri Hustvedt

Teoría King Kong, por Virginie Despentes

Una historia personal, de Katharine Meyer Graham

Feminismo para principiantes, Núria Varela

La dominación masculina, Pierre Bordieu

Profesionales del periodismo. Hombres y mujeres en los medios de comunicación.  Marisa García de Cortázar, María Antonia García de León.

10 ingobernables. Historias de transgresión y rebeldía. June Fernández

El género en disputa, Judith Butler

Los hombres me explican cosas, Rebecca Solnit

Manual para mujeres de la limpieza, Lucia Berlin

Cerca del corazón salvaje, Clarice Lispector

El amante, Marguerite Duras

Mujeres tenían que ser, Felipe Pigna

The Power, Naomi Alderman

Fortunas del feminismo, Nancy Fraser

Wonder Woman, el feminismo como superpoder, Elisa McCausland

La guerra contra las mujeres. Rita Laura Segato

Quién quiere ser madre. Silvia Nanclares

You just don’t understand. Women and men in conversation. Deborah Tannen

Everyday sexism. Laura Bates

Fierce attachments, a memoir. Vivian Gornick

Las chicas, Emma Cline

Women and Power. Mary Beard

El acoso moral, Marie-France Hirigoyen

Lenguaje, poder e identidad. Judith Butler

El sentir de las mujeres, Nativel Preciado

Cómo ser una mujer y no morir en el intento, Carmen Rico-Godoy

What Happened, Hillary Rodham Clinton

El Segundo Poder, Margarita Riviere

La fantasía de la individualidad, Almudena Hernando

Nada, Carmen Laforet

Marilyn, Gloria Steinem

Bad Feminist, Roxane Gay

Sharp, The Women Who Made an Art of Having an Opinion, Dean Michelle

The Vagina Monologues, Eve Ensler

How women rise, Sally Helgesen

Mujeres programadoras contra los estereotipos

Hace unos días estuve en Villaverde, en La Nave -este lugar tan diáfano de la foto- para ver cómo era un evento de data science con visión de género. El Call of Data consiste en charlas de expertas y un datatón, y está organizado por las R-Ladies.

Después de leer su código de conducta (échenle un vistazo) una se podría preguntar qué tiene que pasar en estos entornos para que estas medidas sean necesarias. Pero esa pregunta no llega, porque todas sabemos lo que pasa. No hace falta decirlo, y ellas ya conocen el ecosistema: hay tan pocas mujeres en carreras de informática que las que llegan se enfrentan a ambientes hostiles y terminan yéndose. Lo que sí saben es que aprenden mejor en entornos donde se fuerza al menos una paridad, y por eso cada vez hay más comunidades tech que promueven a mujeres para que aprendan programación, para que se animen a subir a un escenario a contar lo que saben, para que no tengan temor a ponerse un vestido si van a un evento tecnológico.

Hablé con ellas, con desarrolladoras de otras comunidades tech, con profesoras de universidad de estas carreras, con programadoras que llevan 20 años trabajando para diferentes empresas, con estudiantes de informática que organizan un evento tecnológico universitario multitudinario, con emprendedoras que trabajan con otras desarrolladoras para formar su propia startup, y todos tienen mucho para contar sobre esas cifras tan bajas de mujeres en carreras STEM. Esas cifras, los estudios que buscan explicarlas y los testimonios están en este reportaje que me ha publicado esta semana El PAÍS: Mujeres programadoras contra los estereotipos: adivina quién va ganando.

Balcony

Nan Robertson fue la periodista del New York Times que en su libro «The Girls in the Balcony» contó la historia interna de la lucha de las mujeres del Times por un tratamiento igualitario en el periódico. El balcón en cuestión está en el salón de bailes del Club de Prensa Nacional de Washington, que hasta 1955 prohibía a las periodistas mujeres entrar, y hasta 1971 unirse al club.

La única forma que tenía una reportera mujer de cubrir un discurso presidencial era ubicándose en aquel balcón sobre el salón. Así que cuando el presidente hablaba, las mujeres periodistas se amontonaban en ese pequeño espacio, entre los técnicos y los cables. Esas eran las chicas del balcón.

Dijo Michelle Bachelet una vez que cuando una mujer entra en política cambia la mujer, pero cuando muchas mujeres entran en política, cambia la política. Si pensamos en medios de comunicación, quizás es lo que nos haga falta para volver a un periodismo inclusivo.

Un sector en el que el 47% de las periodistas son mujeres no puede tener un ratio de directivas que no llega al 20 %, por razones de productividad y eficiencia, y también de representatividad, de justicia.

Es necesario promover el liderazgo de la mujer en medios de comunicación.

Con este objetivo nace hoy un proyecto que lleva 2 años in the making: el Balcony Group. Está formado inicialmente por nueve periodistas, entre las que me han invitado a formar parte: Ana Pardo de Vera (directora de Público), Soledad Gallego-Díaz (directora de El País), Montserrat Domínguez (directora de revistas de PRISA), Pepa Bueno (Directora Hoy por Hoy –SER), Ana Romero (periodista y escritora), Charo Marcos (directora de Kloshletter), María Ramírez (Nieman fellow), y Mirta Drago (directora de comunicación de Mediaset), y yo. En la foto, algunas de ellas estamos en el balcón del salón de International Institute donde se hizo el panel de Liderazgo de Mujeres en Medios hoy, como un improvisado tributo a esas chicas del balcón que lo cambiaron todo en el New York Times.

Mujeres periodistas líderes se suman a la primera línea de la batalla por la igualdad (Público)

Cómo ser una chica en Internet

Sucedía tanto que ya no lo veías. En todos los eventos tecnológicos eras de las pocas chicas que andaba por ahí. Probablemente hubieses pensado que a las otras no les interesaban estos temas. Eso, si te hubieras preguntado por qué había tan pocas mujeres. Pero enseguida te hubieras dado cuenta de que no era eso. Lo peor no era la respuesta, lo tremendo era que no alcanzabas a hacerte la pregunta.

O te invitaban a mesas de chicas, y te sentías incómoda pero no terminabas de entender por qué, te decían que deberías estar agradecida de que te invitaran. El organizador al final era un tipo majo, había pensado en ti. Escribías en tu blog sobre eso y al publicar te sentías una ingrata despreciable. Otros también lo creían porque luego te caían críticas, y eso siguió sucediendo en otros congresos, más grandes, más importantes, más conocidos, pero ya no volviste a escribir sobre ellos para no dejarlos mal.

Yo me movía en un mundo que admiraba a Silicon Valley. No era impensable cuestionarlo, es que en algunos grupos de gente si no pensabas de esa manera, si no veías las cosas como ellos, estabas fuera.

En este número de La Marea, dedicado al #MeNeither (A mí tampoco), han planteado a varios hombres notables una serie de situaciones que a las mujeres nos son terriblemente familiares. ¿Alguna vez al expresar su opinión con firmeza le han recriminado que es un mandón? ¿Ha sido acosado sexualmente? ¿Suele sentir miedo al volver a casa solo de noche? ¿Cree que alguien asocia su éxito profesional a relaciones sexuales con mujeres con poder? Cada “no” que dicen es un flash que debería abrirnos los ojos y mostrarnos en qué consisten los privilegios de ser hombre todavía hoy.

En este número me preguntan por mi experiencia en entornos tecnológicos y me meto con el Mobile World Congress, pero sólo porque es un evento donde se pueden ver muchas de estas cosas más fácilmente, y también el más mediático y que más a mano tengo. Lo que cuento ahí sucedía tantas veces y en tantos otros congresos que era mi normalidad, hasta que un día decidí dejar de preocuparme por lo que dijeran y llamar a las cosas por su nombre, aunque no fuera cool.

En este número de La Marea: Cómo ser una chica en Internet

Sin excusas

El oficio de periodista trae incluido de serie el mito del reportero apostado bebiendo en un bar, o el reportero de guerra. Históricamente ha sido un oficio de hombres, sobre todo por la tardía incorporación de mujeres a la universidad y al trabajo. Estudios sobre la profesión hace casi 30 años señalan porcentajes bajísimos de mujeres en puestos directivos. Los encuestados, profesionales del periodismo, decían que esto cambiaría con el tiempo, aunque los mismos investigadores advertían tras unos años que ese cambio no estaba yendo lo rápido que debería.

Hoy tenemos las redacciones repletas de mujeres (más de un 60 % según la APM) y sin embargo seguimos con porcentajes de vergüenza de mujeres directivas: los hombres ocupan las tres cuartas partes de los cargos de máxima responsabilidad gerencial y dos terceras partes de los puestos de toma de decisiones sobre contenidos. Ni entramos en la brecha salarial. Esto tiene que cambiar. En estos momentos ya no hay excusas para las mujeres en las redacciones.

Escribí sobre el tema para Agenda Pública en el dossier sobre desigualdades de género de este 8 de marzo.

Invisible army

But why would she do that? Die to prove a point? Every great cause has martyrs.
Every war has suicide missions and make no mistake, this is war.
One half of the human race at war with the other.
The invisible army hovering at our elbow, tending to our homes, raising our children.
Ignored, patronised, disregarded.
Not allowed so much as a vote.
But an army nonetheless, ready to rise up in the best of causes.
To put right an injustice as old as humanity itself.
So you see, Watson, Mycroft was right.
This is a war we must lose.

— Sherlock s03e04 The abominable bride