Redes sociales y secuestros en México

Mediante una marcha multitudinaria, la sociedad mexicana acaba de mostrar a su gobierno su cansancio ante los secuestros y la violencia en ese país. La gota que ha rebalsado el vaso es el secuestro y asesinato del hijo de un empresario que a raíz de eso ha creado una asociación para terminar con la impunidad.

Al hacerse público que el chico secuestrado tenía perfiles públicos en Facebook y Hi5, ciertos periodistas prefirieron meterse con las redes sociales y los bloggers antes que investigar y e informar verdaderamente de las causas de un problema social que sufre, no sólo México, sino muchos países de América Latina.

En Europa resulta bastante difícil hacerse una idea del grado de violencia del que estamos hablando, así como entender la corrupción policial y política, enraizada en muchos aspectos en una sociedad. Que la policía esté corrupta, que no se pueda denunciar porque el mismo sistema burocrático beneficia a los delincuentes y no a las víctimas, que todo haya llegado a un grado en el que los ciudadanos se vean tan desprotegidos que la mejor opción parecen iniciativas individuales constituye una situación muy compleja. Allí está la necesidad de periodistas que informen, que interpreten y que separen redes sociales de responsabilidad del gobierno.

Porque como bien apuntó Andrés, es el gobierno el responsable de la seguridad de la población, pero también hay una responsabilidad en los periodistas de informar, de hablar de redes sociales, de contar cómo funcionan y de quitar el miedo a todos esos usuarios que borran sus datos en facebook. Actitud que he visto en varios blogs y que ha estado lejos del alarmismo y la desinformación de otros medios.

Foto: photographer padawan

Lena Chen

Lena Chen es una blogger que escribe sobre su vida sexual. Levantó bastante revuelo en Internet al postear una foto con semen en los labios, lo que no me pareció interesante ni posteable, pero sí me lo parece la respuesta que se generó en otros blogs.

Gawker la llamó «oversharey» (algo así como alguien que comparte demasiado sobre su vida). The Reverse Cowgirl se preguntaba primero cómo un blog de alto perfil como Gawker re-posteaba aquella foto que criticaba, y luego lo llamaba sexually confused por haber recortado la foto, dejando sólo la parte de la cara donde no había semen. A raíz de eso, Boinkology debatía si el semen era SFW (safe for work) o publicable en primera plana.

En respuesta a las críticas que recibió por ese post, Chen escribió:

(…) I wrote a sex blog for nearly two years and during this time, not only did I write explicitly about sexual acts and depression and all my fuck-ups but also, I had a crazy ex who leaked my naked photos on the Internet. I mean, I’m not marketable in love and not marketable in the labor force and not marketable in civilized society, really. And when you begin to realize that you are the antithesis of everything acceptable or American, that your Ivy League resume is chock full of life experience but nothing more, that the only people who will love you are the rare ones who forgive first impressions, it’s then that you stop giving a shit and start living the way you want to live.

(…)

Is this really such a big fucking deal? Compared to some of the other things I’ve written lately, a photo of me with semen on my lips is not exactly deserving of controversy. I’m not even naked. Sure, some people might find it gross and consider it porn regardless of nudity (that’s up to every individual), but you really find cum more objectionable than my views on religion? Maybe that means everyone agrees with my views on religion but no one agrees with my post-blowjob photo. But somehow, I doubt that the silence on the religion issue is because everyone concurs. I think sex is just easier to get upset about [link].

Lena Chen

No es fácil ser chica ni popular, no es fácil hablar de sexo abiertamente, no es fácil ser libre en esta sociedad que dice ser tan tolerante.

El problema con Lena es que no se limita a ser ese estereotipo de chica que muestra sus tetas en internet, ni ese otro que escribe un blog personal hablando de sentimientos asexuales, sino que además de exponer su cuerpo, contar qué siente emocional y físicamente, publica sus puntos de vista y sus razones sobre cómo lleva su sexualidad. Chen critica a la sociedad de consumo, habla del matrimonio, del aborto, del amor incondicional, de las relaciones a distancia.

Yo quisiera saber si muchos de los que la criticaron escriben, no ya sobre sexo, sino sobre cualquier tema, con la misma libertad intelectual y con esa madurez emocional para cargar con las críticas.

El día que cambió el mundo


Se ha convertido en un clásico de estas fechas: dónde y qué estabas haciendo el 9/11. Será el recuerdo común de nuestra generación, usando esa frase que tanto gusta a los documentalistas: el día que cambió el mundo.

A seis años, la versión oficial no termina de convencer a muchos. La invasión de Afganistán por parte de Estados Unidos, la guerra contra Irak y los torpes intentos por justificarla con mentiras y en suma, la controversial política exterior de este país poco han hecho por ganar la confianza de la opinión pública mundial. Sobretodo, ha alimentado un creciente islamismo fanático global que encuentra armas temibles en anónimos suicidas que no tienen nada que perder, y ésa es parte de otra tragedia.

Este año, empiezan a sonar voces que sugieren una retirada (aunque sería como cambiar algo para que nada cambie) de las tropas norteamericanas en Irak, pero el panorama sigue siendo tan desolador como siempre. Osama sigue demostrando que existe, y si no existiera, ya nos imaginamos que a EE.UU. no le costaría encontrar otros enemigos. Muchas muertes siguen sumándose a esas casi 3000 que se cayeron con las torres, muchas muertes igualmente injustas, terribles, dolorosas.

***
Yo ya vivía en Madrid, y el 9 de septiembre de 2001 era mi día libre en el trabajo. Mi tía tenía que pintar su casa, y me ofrecí a ayudarla. Ella, mi prima y yo nos metimos a pintar el piso desde la mañana con la música a todo volumen, y casi ni escuchamos el teléfono que sonaba a mediodía. Era mi hermano, que en esa época vivía conmigo. Pidió por mí. Estaba asustado.

-Marilín, ¿estás viendo tele?.
-No, estamos pintando el living.
-Poné la tele. Pongan la tele.
-Ahora no podemos… están todos los muebles cubiertos… ¿Qué pasa?
-Chocó una avioneta o un avión contra las Torres Gemelas, y después otro avión.
-No pueden ser las Torres Gemelas, ¡dos aviones contra las Torres Gemelas! Escuchaste mal, es mucha casualidad.
-De verdad! Miralo! Lo están pasando a cada rato.
-No.. ahora estamos con música, lo veo después, seguro que lo pasan en el telediario de la noche… Tampoco es para tanto, ¿no?

Y sí, era para tanto. El mundo había cambiado. Por la noche cenando, lo ví y no lo podía creer, repitieron las imágenes una y otra vez, y al día siguiente y toda la semana.

Otros links:
Zlavoj Zizek: Las falsas promesas de Irak
September 11 Premonitions
Premonitorio cómic de los 80
A bed time story (english)

El efecto huida


Una de las tentaciones políticas más peligrosas es empeñarse en ofrecer respuestas simples a los problemas complejos, y eso es lo que está ocurriendo con el debate sobre la inmigración. A estas alturas, es muy difícil sostener que nuestras reformas legales juegan algún papel relevante en el hecho de que casi 30.000 africanos hayan llegado a las costas españolas a lo largo de este año. (…)

En realidad, de lo que estamos hablando es de un poderoso efecto huida: los africanos se aferran a cualquier oportunidad para salvar a sus familias de una vida miserable, y cualquiera en su lugar haría lo mismo.

(…)

Lo que es peor, los intereses creados en los países ricos pueden destruir con una mano lo que los ciudadanos y contribuyentes construyen con la otra a través de la ayuda al desarrollo, como demuestra el caso español. Mientras la cooperación oficial ha situado a África entre sus prioridades, incrementando los recursos y los esfuerzos para reducir la pobreza de este continente, otras políticas gubernamentales trabajan exactamente en el sentido contrario. España se opone, por ejemplo, a una reforma de la política agraria europea que beneficiaría a África enormemente. Un incremento de tan sólo el 1 por ciento en la cuota mundial de exportaciones que disfruta este continente se traduciría en un aumento de más del 20 por ciento en la renta media per cápita de los africanos, equivalente a 50.000 millones de euros anuales.

Gonzalo Fanjul, coordinador de investigaciones de Intermón Oxfan (EL PAÍS, 06/01/07).

Continúa–

Punto de vista del ciego

¿Quién no se imaginó alguna vez, con una mezcla de curiosidad y temor, cómo sería el mundo de los ciegos?

Hoy en Página 12


Por CRISTINA OYARZABAL

¿Cómo imaginan los ciegos? ¿Cómo sueñan? La experiencia con sujetos ciegos me permitió vislumbrar que el ciego no está privado de nada; que a un ciego que nunca vio le sea dada la vista es un deseo de quienes vemos, no de aquel que nació privado de la luz. Ante la pregunta sobre si estaría contento de tener ojos, Nicholas Saunderson, un célebre matemático ciego del siglo XVI, contestó: “Me gustaría igualmente tener brazos largos; me parece que mis manos me informarían mejor sobre lo que pasa en la luna que sus ojos o sus telescopios; además, los ojos dejan de ver antes que las manos de tocar. Sería mucho mejor, entonces, que perfeccionaran en mí el órgano que tengo, antes que concederme el que me falta” (narrado en 1749 por Denis Diderot, en su irónicamente titulada Carta sobre ciegos para uso de los que ven, ed. El cuenco de plata). Saunderson, profesor de óptica, jamás vio la luz. Sin embargo, la imaginó, y construyó una imagen del universo. Esto emocionó inmensamente al joven Diderot, quien, habiendo conocido personalmente al ciego ilustre, afirmó que los ciegos pueden construir un mundo suficiente y no sienten sensación de insuficiencia alguna. Para Diderot, “el interés de los filósofos por la mentalidad de los ciegos no es humanitario sino abstracto y central en toda teoría del conocimiento: el pasaje de la sensación al juicio”.

La ceguera, como privación de la luz, aparece ominosa al mundo de los videntes. Como significante, metaforiza las innumerables formas de la estupidez: la pretensión, el alarde, la vanidad. Tanto para las lenguas antiguas como para las modernas es metáfora de debilidades físicas y psíquicas.

La etimología indoeuropea del término “ciego”, antes que la privación de la luz, evoca la sombra (Bril, J: “Ascendencia indoeuropea de los vocabularios relativos a sombra y ceguera”, en Entre dos mundos. Revista de traducción sobre discapacidad visual, Nº 27, de la ONCE, Organización Nacional de los Ciegos de España, Madrid, 2005). Compromiso entre la luz y la oscuridad, la sombra atestigua la ambivalencia semántica, se atreve a nombrar la ceguera bajo una cierta atenuación. En rigor, la monoftalmia, el hecho de ver con un solo ojo, dio origen a las raíces a partir de las cuales nuestras lenguas se atrevieron a nombrar la ceguera. Transacciones semánticas consistentes en movilizar raíces que en primer lugar significan, no la opacidad, sino la semitransparencia de la nube o del humo. Modos imaginarios de desdramatización lingüística en las lenguas indoeuropeas: ¿temor o pudor ante la calamidad del no ver? ¿Intento mágico de conjuro del drama íntimo que resulta para el sujeto? Estas lenguas siempre se guardaron muy bien de nombrar la ceguera con precisión. En la lengua griega, la raíz correspondiente a “humo” está ligada con “ciego”, y está igualmente en el origen de una red semántica sobre la oscuridad, tanto del espíritu como del cuerpo: “polvo”, “suciedad”, “mancha”, “noche”, “negro”, “espanto”.

Sin embargo, la oscuridad, al menos como nosotros la imaginamos, no parece estar presente en el mundo de los ciegos. Una joven, ciega congénita, imagina personas rubias o morenas por el sonido de sus voces. Otra, ciega desde niña, sostiene que llamar oscuro a su mundo no es apropiado: ella ve “nada”, dice. Es una sensación, dice, imposible de explicar.

Diderot y otros filósofos procurarán resolver la cuestión del pasaje de la sensación al juicio investigando las reacciones de un ciego que recuperase la vista. Ya a principios del siglo XVIII, William Molyneux había propuesto la siguiente cuestión: supongamos un ciego de nacimiento a quien se le haya enseñado a distinguir, por el tacto, un cubo y una esfera del mismo metal e igual volumen, de modo que al tocarlos pudiera decir cuál es el cubo y cuál la esfera. Si ese ciego llegase a ver ¿podría diferenciarlos sin tocarlos? John Locke sostuvo, como el mismo Molyneux, que el ciego no los distinguiría porque no sabe que aquello que afecta su tacto de tal o cual manera debe impresionar a sus ojos de tal o cual modo. En contraposición, Condillac intentó demostrar que, si el ciego de nacimiento logra ver, discernirá cuerpos y figuras; si su juicio vacila se deberá a razones metafísicas.

Planteo a una joven ciega de nacimiento la hipótesis de Molyneux. Me sorprende su categórica respuesta: “¡No!”. Ella sería incapaz de distinguir un cubo y una esfera por la vista. “¿Por qué?”, le pregunto. “Porque no sé qué es ver.”

Según Diderot, ambas posiciones tienen parte de razón: hace falta tiempo para que el ojo se vuelva experto.

Hay distintos ejemplos con respecto a la construcción del espacio en ciegos congénitos. Históricamente célebre es un caso del cirujano William Cheselden, en el siglo XVIII: el paciente, luego de ser operado de cataratas, no distinguió por mucho tiempo tamaños, distancias, situaciones, ni siquiera figuras; anduvo, digamos, a ciegas durante dos meses. Todos los pacientes descritos en la literatura sobre el tema encontraron, tras la operación, dificultades para percibir el espacio y la distancia que se prolongaron meses o años. Oliver Sacks (Un antropólogo en Marte, ed. Anagrama) presenta varios testimonios. Tres pacientes, nacidos ciegos, fueron operados aproximadamente a los 50 años. Uno de ellos, al poco tiempo, fue llevado por su neurólogo al Museo de la Ciencia de Londres para que viera una magnífica colección. Ante una pieza exhibida en una vitrina de cristal, fue incapaz de decir de qué se trataba: le pidieron al guardia del museo que abriera la vitrina y se le permitió al paciente tocar la pieza; la recorrió ávidamente con los dedos, cerrando los ojos. Entonces retrocedió un poco, abrió los ojos y dijo: “Ahora que la he tocado, puedo verla”.

Otro paciente, citado por Sacks, relata que, cuando le quitaron los vendajes, oyó una voz: se volvió hacia la fuente del sonido y vio una “mancha”. Comprendió que debía de ser una cara. No habría sabido que era una cara de no haber oído previamente la voz y de no haber sabido que las voces procedían de las caras. Durante esas primeras semanas siguientes a la operación, no percibía la profundidad ni la distancia; las luces de las calles eran manchas luminosas pegadas a los cristales de las ventanas, y los pasillos del hospital, agujeros negros. Este paciente decía que, antes de la operación, tenía una idea completamente distinta del espacio; sabía que un objeto podía ocupar sólo un lugar identificable al tacto. Sabía también que si al andar había un obstáculo, como un escalón, se presentaba después de cierto período de tiempo, al cual él estaba acostumbrado: tras la operación, aun después de muchos meses, ya no pudo coordinar las sensaciones visuales con la velocidad de su paso. Le resultaba muy difícil coordinar su visión con el tiempo necesario para cubrir la distancia; si el paso era demasiado lento o demasiado rápido, tropezaba.

Otro paciente dijo que andar sin su bastón lo confundía, pues su apreciación del espacio y la distancia era incierta e inestable. A veces las superficies u objetos le parecían amenazantes, como si estuvieran encima de él, cuando de hecho se hallaban a bastante distancia; a veces lo confundía su propia sombra (toda la noción de sombras, de objetos bloqueando la luz, lo dejaba perplejo) y se detenía o daba un traspié o intentaba pasar por encima de la sombra. Las escaleras eran particularmente riesgosas, ya que sólo veía una confusa superficie plana de líneas paralelas y líneas que se entrecruzaban: no podía verlas como objetos sólidos que subían o bajaban en un espacio tridimensional.

Estos pacientes, al principio, habían sido incapaces de reconocer visualmente ninguna forma, ni siquiera algunas tan simples como el cuadrado o el círculo, que al tacto reconocían rápidamente. Tocar un cuadrado no se correspondía en absoluto con ver un cuadrado. Esa fue la respuesta a la pregunta de Molyneux.

El neurobiólogo Juan Cuatrecasas (El hombre, animal óptico, Eudeba) define al hombre como un animal geométrico; sostiene que la función visual, la proyección de las imágenes, es el soporte de nuestro pensamiento; nuestra mentalidad se basa en la óptica. Y advierte que esta función también está presente en los ciegos. Respecto del ciego de nacimiento, sostiene que sólo carece de referentes externos tales como la visión de los colores, que es al fin y al cabo un hecho secundario, un fenómeno de matización de las imágenes que no resulta indispensable para su percepción. Y para imaginar no resulta necesaria la experiencia retiniana, ya que la elaboración de las imágenes es función de la más alta esfera sensorial óptica, autónoma con respecto al órgano de la visión.

Algunos autores, por desconocimiento de las funciones ópticas corticales y subcorticales, al confundir la fisiología ocular periférica con la psicofisiología de los centros encefálicos relacionados con la visión, sostuvieron que los ciegos no pueden concebir el mundo en forma semejante a quienes ven, porque sólo tendrían acceso al concepto de un espacio táctil derivado de las imágenes focalizadas en las yemas de los dedos. Sin embargo, la supuesta suplencia táctil del ciego sólo es parcial. Las percepciones táctiles pronto se desprenden de sus caracteres específicos, tales como presión, temperatura y movimiento, al ser centralizadas e interpretadas por el sistema nervioso para suministrar las matrices de forma y espacio que los centros corticales transforman en sensaciones espaciales.

Existe una percepción de la espacialidad a la que concurren, además de la visión, diferentes sentidos, especialmente el tacto y el sentido kinestésico, pero los sentidos no determinan por sí mismos la percepción del espacio. Los datos obtenidos a través del tacto son interpretados rápidamente para situar el objeto palpado en proyección espacial, porque el ciego, tal como aclara Lacan (Seminario 11, “Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis”, Paidós. Buenos Aires), opera con la “visión geometral”, es decir, la visión situada en un espacio que no es, en su esencia, lo visual: la luz parece darnos el hilo que nos une a cada punto del objeto, pero el hilo no necesita de la luz; sólo necesita estar tenso. Por eso, el ciego puede seguir las demostraciones geométricas. Puede palpar, por ejemplo, un objeto de una altura determinada; siguiendo el hilo, aprende a distinguir con la punta de los dedos, en una superficie, una determinada configuración que reproduce la demarcación de las imágenes, exactamente, como en óptica pura imaginamos las correspondencias entre puntos en el espacio. Ya Diderot sostenía que el ciego supone un rayo de luz como un hilo elástico y delgado, o como una serie de corpúsculos que golpean nuestros ojos a una velocidad increíble, y calcula en consecuencia. En la misma época en que René Descartes inauguró la función del sujeto, se desarrolló la óptica geométrica, que está al alcance de los ciegos, ya que es asunto de demarcación del espacio, no de la vista.

El ciego puede concebir que el espacio puede percibirse a distancia y simultáneamente. Le basta con aprehender una función temporal, que es la instantaneidad. El ciego es capaz de dar cuenta, de reconstruir, imaginar, todo cuanto del espacio nos procura la visión. Esto nos permite vislumbrar cómo el sujeto, no importa si es ciego, está atrapado, capturado en el campo de la visión.

Diderot narró su diálogo con una joven ciega:

“Señorita, imagine un cubo”.

“Bien.”

“Imagine un punto en el centro del cubo.”

“Ya está.”

“Trace líneas rectas desde ese punto a los ángulos; entonces, habrá dividido el cubo…”

“…En seis pirámides iguales –agregó por sí misma–, cada una de ellas con las mismas caras, la base del cubo y la mitad de su altura.”

“Es cierto, pero ¿cómo lo vio?”

“En mi cabeza, como usted.”

* Extractado de una serie de trabajos aparecidos en la revista Psyché Navegante

Polonio

Es un poco fuerte que en los aeropuertos vuelvan locos a los pasajeros pasándolos por escáneres y haciéndoles tirar potecitos de gel fijador para el pelo, dentífricos y shampús, cuando el polonio 210 va y viene recorriendo Europa en un par de aviones comerciales, no?

Me hace pensar mucho sobre cómo el miedo se ha convertido en algo que los poderosos administran e intentan controlar en la opinión pública…

Ustedes no se preocupen: Un veneno en manos de superpotencias (El País)