Las cinco reglas de Botsford para editar un texto

Redacción de The New York Times, 1942. Fuente: Wikipedia

Las memorias de periodistas, escritores, corresponsales y demás fauna de los medios me fascinan. Gardner Botsford fue editor del New Yorker. En sus memorias, “A Life of Privilege, Mostly«, (Una vida de privilegio, en general), Botsford resume el trabajo del editor en cinco reglas, junto con algunas vivencias con las que todo el que haya cumplido funciones de editor en una redacción le resultarán muy fáciles de identificar con las propias. ¿Quién no ha tenido un Wechsberg?

 

A principios de 1948, la entrega de «Carta desde París» y «Carta desde Londres» se trasladó desde el domingo a un día más civilizado de la semana, y a mí me trasladaron con ella. Otra persona pasó a encargarse de las noches de domingo y empecé a dedicar la mayor parte del tiempo a editar largas piezas factuales: «Perfiles», «Reportajes» y textos de ese tipo. Seguí editando a Flanner y Mollie Panter-Downes –de hecho, a partir de entonces edité todo lo que cualquiera de los dos escribiese para la revista–, y también me asignaron a varios escritores de primera clase del New Yorker, con muchos de los cuales formé alianzas permanentes. Eso implicaba menos tiempo con los escritores de menor calidad con los que había empezado, los Helen Mears y Joseph Wechsberg. Helen Mears era una escritora olvidable; a Joseph Wechsberg lo recordaré siempre. Era un incordio, un Mal Ejemplo y un rito de paso para cada editor junior. Para empezar, era checo y en realidad nunca aprendió inglés. (Aquí hay una observación biológica de Wechsberg que he conservado intacta a lo largo de los años: «Sin los largos hocicos de los abejorros, los pensamientos y el trébol rojo no pueden ser fructificados».) Además, había empezado como escritor de ficción (ahora es más conocido, si es que se le conoce por algo, por algunos relatos que publicó en la revista antes de la guerra) y, cada vez que los datos que necesitaba resultaban elusivos, se los inventaba. Como su escritura estaba desvinculada de la gramática, el vocabulario y la cordura (ver arriba), podía escribir muy deprisa, y no había nadie más prolífico que él. Sandy Vanderbilt siempre decía que había editado más a Wechsberg que yo, y que había editado más a Wechsberg de lo que el propio Wechsberg había escrito, por culpa de una pesadilla recurrente en la que trabajaba en un manuscrito implacable e interminable de Wechsberg que seguía supurando por mucho que Sandy trabajara, pero cuando fuimos a la morgue y sacamos el archivo de Wechsberg, ninguno de los dos podía recordar quién había editado qué, o, para ser más precisos, quién había escrito qué. Lo que nos molestaba era que Wechsberg era inmensamente popular entre los lectores, lo que quería decir que nosotros éramos inmensa, aunque anónimamente, populares entre los lectores. Cuando llegaron algunos editores que eran todavía másjuniors que yo –Bill Knapp, Bill Fain, Bob Gerdy y un par de figuras más transitorias–, les asignaron a Wechsberg y yo quedé libre al fin. No totalmente libre, por supuesto.

Como la revista publicaba cincuenta y dos números al año, la mayoría de los cuales contenía (entonces) al menos dos piezas factuales, era demasiado esperar que los escritores de primera fila pudieran satisfacer esa demanda. Eso abrió la puerta a escritores de segunda línea y yo (como Sandy, Shawn y todos los demás) tenía que echar una mano. Era el tipo de trabajo que me llevó a una serie de conclusiones sobre la edición.

Regla general n.º 1: Para ser bueno, un texto requiere la inversión de una cantidad determinada de tiempo, por parte del escritor o del editor. Wechsberg era rápido; por eso, sus editores tenían que estar despiertos toda la noche. A Joseph Mitchell le costaba muchísimo tiempo escribir un texto, pero, cuando entregaba, se podía editar en el tiempo que cuesta tomar un café.

Regla general n.º 2: Cuanto menos competente sea el escritor, mayores serán sus protestas por la edición. La mejor edición, le parece, es la falta de edición. No se detiene a pensar que ese programa también le gustaría al editor, ya que le permitiría tener una vida más rica y plena y ver más a sus hijos. Pero no duraría mucho tiempo en nómina, y tampoco el escritor. Los buenos escritores se apoyan en los editores; no se les ocurriría publicar algo que nadie ha leído. Los malos escritores hablan del inviolable ritmo de su prosa.

Regla general n.º 3: Puedes identificar a un mal escritor antes de haber visto una palabra que haya escrito si utiliza la expresión «nosotros, los escritores».

Regla general n.º 4: Al editar, la primera lectura de un manuscrito es la más importante. En la segunda lectura, los pasajes pantanosos que viste en la primera parecerán más firmes y menos tediosos, y en la cuarta o quinta lectura te parecerán perfectos. Eso es porque ahora estás en armonía con el escritor, no con el lector. Pero el lector, que solo leerá el texto una vez, lo juzgará tan pantanoso y aburrido como tú en la primera lectura. En resumen, si te parece que algo está mal en la primera lectura, está mal, y lo que se necesita es un cambio, no una segunda lectura.

Regla general n.º 5: Uno nunca debe olvidar que editar y escribir son artes, o artesanías, totalmente diferentes. La buena edición ha salvado la mala escritura con más frecuencia de lo que la mala edición ha dañado la buena escritura. Eso se debe a que un mal editor no conservará su trabajo mucho tiempo, mientras que un mal escritor puede continuar para siempre, y lo hará. La buena escritura existe al margen de la ayuda de cualquier editor. Por eso un buen editor es un mecánico, o un artesano, mientras que un buen escritor es un artista.

Vía el blog de Fernando García Mongay

Qué es «producto» en un medio digital

Relaxing cup

El jefe de producto o Product Manager es una posición muy conocida en startups y empresas tecnológicas, pero no tanto en medios. Supongo que como las redacciones tradicionales han tenido que adaptarse a un profundo cambio estructural y de mentalidad al transformarse al medio digital, la figura de un director de Producto, o Chief Digital Officer como también se le llama, es cada vez más conocida en medios nuevos.

Cuando hablé con el director de eldiario.es la primera vez antes de entrar, me dijo que estaba pensando en mí para este puesto, que necesitaba un perfil no técnico pero que pudiera hablar el lenguaje de los desarrolladores, que pudiera entender a los comerciales sin dejar de ser periodista. Una mujer-puente, esa soy yo. Disfruto mucho de ser enlace entre las distintas áreas porque me permite un ejercicio constante de flexibilidad, búsqueda, argumentación y ejecución, y me gusta tener el big picture en mente.

Mi descripción de funciones es la de coordinar y ayudar a mejorar los procesos entre las tres grandes áreas de eldiario.es. En aquel momento venía de una startup en la que como socia desempeñé casi todos los puestos (dirección de contenidos, contabilidad, administración, recursos humanos, relaciones públicas, temas legales, por decir sólo algunos, cualquier emprendedor me entenderá); después de eso no necesité más explicación para saber cuál era mi tarea en un medio digital.

Con el crecimiento de nuestra organización, surge la necesidad de explicar qué es «Producto» a las nuevas incorporaciones. Curiosamente quienes vienen de medios tradicionales o de la universidad de periodismo no conocen este puesto, que a cualquier persona que venga de startups tecnológicas o medios nuevos le suena.

El producto en una empresa como la nuestra es uno y es múltiple. La cabecera o la marca del diario, cada uno de los especiales informativos que lanzamos, las secciones, los blogs, la revista trimestral en papel que sacamos en kioscos, cada uno de ellos son productos, y aunque tienen responsables individuales, deben ser cuidados y desarrollados en relación con el «gran» producto que es eldiario.es para nuestros lectores.

Algunas habilidades clave de los perfiles de producto son: la capacidad de tener una visión más grande que el producto en sí, el foco que deben poner en algo para entender cómo lograr su ejecución en los detalles, habilidades comunicativas para saber construir una narrativa en la que encajen todos los equipos de diferentes áreas y la capacidad de cambiar rápidamente, reconocer errores y tomar decisiones rápidamente cuando detectan fallos.

Cómo es mi rol en eldiario.es

Otra de las formas en que explico mi función cuando me preguntan, es con ejemplos: el comercial se encarga de vender anuncios y su objetivo es ingresar dinero, el objetivo de la redacción es producir piezas periodísticas, los desarrolladores llevan todo lo relacionado con el sistemas informáticos, ¿quién va a mirar por el producto en sí que llega al lector cuando pueda haber vacíos o conflictos entre un área y otra?

En pocas palabras, ¿quién mira por entregar día a día la mejor selección de noticias en un soporte útil, cómodo, que esté en línea con lo que nuestros lectores, anunciantes y nosotros mismos queremos hacer, en base a nuestros principios? Allí estoy yo, tanto si es como para señalar la forma de mejorar un proceso de trabajo, como pedir recursos o participar en procesos de selección de personal.

Miro métricas hacia adentro, busco tendencias hacia afuera y escucho a nuestros lectores-usuarios. También hablo con las terceras partes que nos ofrecen servicios para incorporar tanto interna -para mejorar nuestros procesos- como externamente -de cara al producto que ofrecemos-, reviso acuerdos con ediciones y colaboradores externos y en general superviso la puesta en marcha y el desarrollo de nuevos productos (apps, versiones móviles, especiales informativos, campañas, etc).

Si determinados contenidos no están llegando bien a los lectores (por un problema de diseño, o de funcionalidad, o de calidad en los gráficos) yo me encargo de escuchar a las partes y proponer ante la dirección los nuevos procesos, herramientas o recursos para gestionar ese cambio; hablo con diseñadores, desarrolladores, jefes de sección y gerencia.

Si un anunciante quiere una fórmula diferente de las establecidas, el comercial me la mostrará y juntos veremos si es factible, teniendo en cuenta recursos, usabilidad para el lector y principios y políticas de nuestro medio. Todo parece mucho y lo es, pero también es responsabilidad del jefe de producto saber qué priorizar, saber delegar e ir pivotando entre lo que se necesita a cada momento.

Probablemente escriba más sobre este tema en el blog porque a partir de septiembre voy a enfocar todo mi tiempo en Producto. Hasta ahora también llevaba la sección de Tecnología de eldiario.es, Diario Turing, que dejaré en buenas manos, aunque no me resistiré de vez en cuando a escribir algo. Cada vez crecemos más y necesitaré más horas para Producto.

Empresas que están innovando suelen tener a figuras activas en estos puestos, que a veces comparten lo que aprenden. Pablo M. Fernández, de Chequeado, hizo una buena recopilación de blogs que hablan de producto y Ezequiel Apesteguía (jefe de producto en Artear) puso los suyos en un pastebin. Hay muchos y muy buenos product managers, jefes de desarrollo de producto o directores de innovación, dependiendo de cómo le llamen en la empresa, trabajando en estas áreas en empresas en España y en América Latina. En su blog, Silvia Cobo suele a entrevistar a gente que está innovando en medios periodísticos. Si conocen más blogs sobre Producto, pueden dejarlos en los comentarios.

Cómo se vestirá la gente en 1950, según 1914

Otho Cushing

Otho Cushing es el ilustrador de esta portada retrofuturista, publicada por LIFE en 1914. Cushing fue un ilustrador popular que dibujó para LIFE durante muchos años, aunque poco se sabe de él. El estilo y la temática gay de sus trazos han dado cabida a la idea de que la familia o la sociedad de la época vieron algo que ocultar y pocos datos se tienen de su vida, aunque se puede ver su obra en varias ilustraciones y acuarelas. Vía: What people will dress like in 1950 as imagined on the cover of “Life”, 1914 | Matthew’s Island of Misfit Toys

Qué hace un jefe de producto

Producto, según Dan Schmidt

 

Por si «trabajar en internet» no fuese ya esa frase que hace que la gente te pregunte una y otra vez en qué trabajas, desde hace 3 años tengo uno de los puestos con descripciones más difíciles de definir: Producto.

Muchas veces lo defino en corto como «trabajo interdisciplinariamente con las 3 áreas de nuestra empresa: redacción, desarrollo y comercial» y observo varias caras en mis interlocutores: van desde «pobre, tú eres la que se encarga de que todo funcione» a «qué interesante».

El rol del Product Manager o jefe de Producto varía de una empresa a otra, principalmente porque hay diferentes tipos de productos, estructuras y organizaciones de diferentes magnitudes; aunque en todos los casos es una posición clave y la responsabilidad del producto final cae en su figura.

Al encargado de producto se le llama también «mini-CEO«, en parte porque su visión debe coincidir con la de la dirección y porque su rol es estar donde se necesite según la circunstancia y necesidad del producto. Las diferencias no sólo varían de empresa a empresa, también los roles de este puesto pueden cambiar, dependiendo de las necesidades de la organización. Los jefes de producto operan en escenarios cambiantes y una de sus habilidades es saber reconocer lo que esos cambios significan para el producto y para su propio rol.

Todos sabemos ya que las ideas no valen mucho y que lo verdaderamente duro es lograr que salgan adelante, pero somos los jefes de producto quienes trabajamos bajo ese mantra a diario. Con una visión más amplia que la de un encargado de proyecto (un project manager), la persona de producto se encarga de construir puentes entre lo general (por ejemplo la visión de la empresa) y lo específico y concreto (como por ejemplo los requerimientos funcionales de una web).

Este puesto no es especializado sino interdisciplinar y por eso los llamados perfiles híbridos son los mejores para llevar producto. Una de las características del product manager es que nunca «toca» el código o el diseño -por ejemplo, si hablamos de un medio digital- sino que es responsable del producto integral.

«Un jefe de producto es responsable del funcionamiento sano de todas las regiones en la red de producto», dice Daniel Schmidt, que dibujó un diagrama para explicar qué es Producto (arriba) y cuáles son los roles y responsabilidades de alguien con este puesto. Recomiendo la lectura de su blog si les interesa el tema, y más adelante escribiré más sobre a qué se considera Producto cuando hablamos de medios digitales.

Un manual para hacer ciberactivismo

Manual del Ciberactivista

Javier de la Cueva ha escrito el «Manual del ciberactivista«, un libro para entender qué son y qué no son las acciones micropolíticas y una guía con lo fundamental para llevar a cabo acciones micropolíticas en el entorno digital.

Por fin Javier deja claro por qué no hay que llamar con la palabra de moda «tecnopolítica» a esto:

«La tecnopolítica se ejerce desde que existe la técnica, mostrando los enfrentamientos bélicos una trayectoria histórica de uso de la tecnología para la política que abarca desde el inicio de los tiempos hasta la utilización actual de los drones y las armas biológicas. Como un buen ejemplo de tecnopolítica se puede citar el III Reich, fuente de innovaciones tecnológicas tan perversas como el uso del gas Zyklon B o de los campos de concentración». (…)

«Utilizar el término de tecnopolítica para los usos de redes y los terminales conectados a las mismas supondría ignorar una carga histórica que ni se debe ni se quiere olvidar, especialmente cuando los funcionamientos de las redes sociales siguen en muchos aspectos el diseño propagandístico realizado por Goebbels (quizás la identidad más evidente es la de los hashtags de Twitter, que corresponden a las etiquetas goebbelianas)».

El libro pone además otros detalles en contexto histórico, como la formación de círculos de Podemos como una consecuencia de los nodos de #Nolesvotes, y estos a su vez, el calco de una experiencia en red de 2004 de la que se guarda poca memoria, el intento de organizar una Federación de Linux User Groups (FLUG). Abundando en ejemplos como la «Demanda contra el canon», u otras experiencias de acciones micropolíticas en la red en estos años, Javier empieza por los conceptos teóricos políticos de distintos autores, lemas hackers y componentes de una acción micropolítica para ir rápidamente a una serie de cuestiones prácticas que tomará en consideración todo activista que usa las redes.

Sólo él, abogado, doctor en filosofía, usuario de GNU/Linux y programador y ciberactivista él mismo podía tanto definir los conceptos políticos y los aspectos prácticos de la comunicación en redes para lograr una síntesis como esta. El libro está a la venta en formato físico en una edición muy cuidada, con esquinas redondeadas y páginas de cortesía en papel translúcido. En un año estará colgado online para descargar y compartir, fiel al «no propongas, haz».