Cómo el copyright pretende que seamos tontos

Here are two words that have no business hanging out together: «used MP3s.» If you know anything about how computers work, that concept is intellectually offensive. Same goes for «ebook lending», «digital rental» and a host of other terms that have emerged from the content industries’ desperate scramble to do the impossible: adapt without changing.

These concepts are all completely imaginary, and yet we treat them as if they are real, and have serious discussions about every last detail of how they function — like a debate about the best mutant superpower, but with multimillion dollar lawsuits. Copyright necessitates that we all pretend we don’t know any better. It makes us act stupid.

The Copyright Lobotomy: How Intellectual Property Makes Us Pretend To Be Stupid, por Leigh Beadon en Techdirt. Todo el mundo tiene que leerlo.

CISPA otra vez, y peor

Mientras medio mundo (o entero occidental) seguía tuit a tuit (que ya no por la TV, pero eso es para otro post) la caza humana del sospechoso de Boston, el Congreso de Estados Unidos aprobaba CISPA (Cyber Intelligence Sharing and Protection Act), una ley que ha hecho muchísimo menos ruido que SOPA y ACTA, y sin embargo es mucho peor en lo que se refiere a la pérdida de privacidad en internet.

CISPA

Lo más curioso es que esta vez y a diferencia de las anteriores leyes que fracasaron, los grandes de internet apoyan CISPA: Microsoft, Yahoo, HP, Oracle y Cisco -reunidos en la asociación Technet-. Aunque Facebook, que hasta hace semanas estaba a favor, ha restado su apoyo y Google no ha fijado una posición pública. En la página del Congreso se puede ver la lista de compañías que han enviado cartas de apoyo a CISPA.

La ley, con la siempre efectiva excusa del terrorismo, exime de cualquier tipo de responsabilidad a las compañías que entreguen datos privados de sus usuarios. Como señala Michelle Richardson , de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles, las compañías pueden enviar directamente los datos que encuentren al gobierno, sin tener que extraer la información personal y privada antes de compartirla (con otras compañías o con el gobierno), y no tendrán ningún tipo de responsabilidades legales. Es decir, pueden hacer lo que quieran con esta información.

El último paso para su aprobación final se puede dar en el Senado. La falta de garantías de lo que las compañías puedan hacer con esa información es lo que aparentemente está preocupando a la Administración Obama, quien podría ejercer su veto y frenar la ley, para lo que ya hay una campaña promovida por la EFF.

Sexo hipster

Es tan hegemónica la presencia del sexo en la vida contemporánea que sería complicado distinguir lo que es sexo de lo que no lo es. Lo que es una broma inocente de una insinuación sexual. La cultura hipster hace bastión de esta indiferenciación de lo sexual. Vive en los límites de lo que es lícito e ilícito explicitar. Fuerza los límites de la tolerancia de lo que es posible consumir. La cultura hipster ya no le tiene miedo al sexo porque no hay elemento a su alrededor que no sea sexual.

Hipsteria Lane: gentrificando la intimidad

Entrevistada por Lacaffe

Y yo feliz de charlar un buen rato con ellos, una tarde soleada, desde la terraza de un hotel con unas vistas increíbles a la calle Alcalá. Los chicos de Lacaffe son dos periodistas, Álvaro Estallo (@aestallo) y Daniel Lisbona (@uliseslima77) que comenzaron con este proyecto de videoentrevistas el año pasado, en 2012. Con una producción muy cuidada (teaser incluido), uno de sus secretos es que hacen sentir muy a gusto al entrevistado y se esfuerzan porque muestres tu lado más relajado y personal. La elección de la música y la edición son maravillosas, como pueden comprobar.

Entre sus invitados han estado Quequé (también hablando de Twitter), Leopoldo Abadía, Sindo Lafuente, Steve Gibson (cuyas esculturas con cartón me fascinan), Javier Coronas, Marta Reyero, Javier Gallego y tantos más.

Elogio de los fans

¿Y si pensamos que los fans no son altavoces de sus ídolos sino que resignifican su mensaje, yendo en muchos casos más allá de la celebridad y apropiándose de sus símbolos para crear nuevas narrativas? Manuel Cuéllar entrevista a Iván López Munuera, crítico y comisario de la exposición «Pop Politics: Activismos a 33 Revoluciones», abierta hasta el 21 de abril en el CA2M, en Madrid, y de allí recojo esto:

[…] pese a que Depeche Mode como grupo sean complacientes con los poderes fácticos y sociales en Gran Bretaña (en sus letras no hay ninguna voluntad de polemizar), la llegada de su música a socializaciones no previstas por ellos supone una activación reprogramada de su música en términos de disidencia frente al poder dominante, una actitud que ellos nunca tuvieron.

Ser fan no significa ser idiota, sino tratar de crear unas narrativas que se ajusten a lo que deseas de ti mismo, muchas veces de manera inconsciente o incluso restrictiva, pero siempre relevante. Dice más de lo que en un principio parece.

Imperdible la entrevista completa: Los fans como fuerza política en El Asombrario.

¿Software open source, SFA, o software libre?

El mismo Stallman que nos miraba desde la foto hubiese estado en contra de que pusieran un artículo sobre la General Public License en la sección «SFA», que según Cenatic es lo mismo que Software Libre. Eso fue lo que sucedió ayer, cuando Cenatic tomó un artículo de Diario Turing «¡Es la GPL, estúpido!» y lo reprodujo bajo su sección SFA (Software de fuentes abiertas).

Y si es lo mismo, ¿por qué hacer la distinción y no poner Software Libre? Eso mismo preguntamos via Twitter y allí nos respondieron que «es lo que pone la ley».

El tema aparentaba tener un matiz más del que suponía: no se entendía la distinción entre términos. Más allá de disquisiciones lingüísticas/jurídicas sobre si debemos hablar sólo con términos que se recogen en las leyes, o si las leyes deben servir a la sociedad o la sociedad a las leyes, me encuentro con un apunte de Miguel Vidal (PDF) que aclara la cuestión (gracias Roberto Santos) y del que tomo unos cuantos puntos.

La expresión Software de Fuentes Abiertas (SFA) surge del inglés «Open Source Software», que significa literalmente «Software de código abierto». Esta acepción intenta evitar la poligamia de la expresión free software, que en inglés puede traducirse tanto por software libre como por software gratuito.

El apunte sin embargo omite algo bastante importante y quizás por eso, algo más extenso de contar. Las diferencias no se trataban sólo de palabras, como casi siempre sucede, sino que hay un trasfondo filosófico, que afecta al concepto mismo del software libre, a sus fines y motivaciones.

El grupo de personas que hablaban de Open Source fundamentaban el uso del software libre en la mejor calidad que se obtiene del producto final, al tener a muchas personas que aportaban al mismo. Este era el fundamento principal y aquí desaparecía o se desdibujaba por lo menos el componente ético que siempre ha sostenido Richard Stallman. La acepción surge en una reunión en Palo Alto surgida después del anuncio de Netscape de liberar su código, lo que sería Mozilla, donde estaban Tim O’Reilly, Linus Torvals y Eric Raymond, entre otros. Ese mismo año, Raymond y Bruce Perens habían creado el Open Source Institute (OSI), que impulsaba el concepto «open source».

Se intentaba evitar las reticencias a usar software libre que había dentro del ámbito corporativo, porque pensaban que luego no podrían explotarlo de forma comercial. Pero hubo mucha controversia con esta acepción, que llevó a interminables debates casi filosóficos donde se ponían en duda las verdaderas intenciones de intentar introducir un nuevo término. Esto generó mucha división, al final lo único en lo que hubo acuerdo es que no es tan importante la acepción como que el término se emplee con rigor, es decir no llamar software libre a algo que no lo es. Actualmente en el ámbito anglosajón los dos términos conviven, porque hay dos comunidades según el fondo filosófico en su motivación por usar software libre.

Hispanohablantes: ¿código libre o abierto?

El idioma español no lleva a equívocos, porque «libre» no significa gratuito sino que lleva a pensar en libertad, lo que es correcto, y este es el término que se ha venido usando en el ámbito hispanohablante desde hace casi 30 años, cuando Stallman definió y creó el movimiento «free software».

Algunos hablantes minoritarios, sobre todo en ámbitos corporativos, según el apunte de Miguel Vidal, «por influencia del inglés y traducciones apuradas», empezaron a usar «open source». La ley 11-2007-LAECSP (Ley de Acceso Electrónico de los Ciudadanos a los Servicios Públicos) utilizó en su redacción la forma «Software de Fuentes Abiertas», definida con la misma definición de software libre, pero que conlleva una filosofía detrás que no se puede dejar de lado.

Los malentendidos surgen en que al usar dos términos para lo mismo, muchas personas creen que son dos cosas distintas, y se pierden la distinción que hacen las dos comunidades. También que al usar «abierto» como reclamo de marketing da pie a que se utilice para cosas que no son software libre, por ejemplo permitir ver el código pero no modificarlo ni distribuirlo.

Sin necesidad, nos hemos traído una confusión lingüística del inglés cuando no la necesitábamos, por un lado. Pero por el otro, además, diciendo que las dos expresiones significan lo mismo, soslayamos la concepción diferente del software libre que tienen las dos comunidades, que puede ser interesante conocer antes de saber qué término estamos utilizando.

Foto: Innovation Group – CNS UCSB· University of California, Santa Barbara