«Tengo que escribir un post sobre México», dije de la manera más ilusa cuando aún no me había dado cuenta de que México ha dejado de ser un país para ser una de las experiencias más intensas en 2012, y que ya no podría escribir sobre eso sin contar cómo ahora México ha pasado de ser una ciudad de la que me hablaron muchas veces para convertirse en un momento de mi vida que sigue creciendo conmigo, una cultura que me ha abrazado y me ha regalado sus tradiciones y sus Catrinas y sus picantes.
«Tengo que escribir un post sobre México», dije de una forma que ahora suena soberbia, como si me creyera capaz de meter todo lo que significa México en un post, como si pudiera verterlo allí y seguir con otros temas. O peor aún, como si necesitara escribirlo para no olvidármelo.
México me recordó por qué amo Latinoamérica. Me postré ante su Piedra del Sol, y entendí en un segundo siglos de libros de Historia. Atesoro una anécdota para el descubrimiento de cada uno de sus sabores, una historia para cada uno de sus símbolos; y tengo muchos recuerdos que no sirven a nadie pero que me han enseñado a mirar México a través de los ojos de quienes me mostraron cada piedra, cada frase, cada leyenda, cada plato, cada palabra nahuátl.
Tengo una historia de amor con sus calaveritas, con Mictecacíhuatl, la señora de la muerte, con Quetzalcóatl y sus huellas en aquellas pirámides. Tengo conmigo los silencios de los bosques de Chapultepec y una ristra de confesiones hechas ante unos mezcales. Su gente, sus sonrisas y sus palabras.
México me hechizó y me envenenó con su comida, con sus encantos hechos mole, cochinita pibil, salsas verdes, chilaquiles, sopas de tortilla y sus zumos, sus tamarindos y su agua de flor de Jamaica. Morí y nací en México.
¿Por dónde empezar?
México DF, a set on Flickr.
Primera vez en tu blog y me saca una sonrisa ver que alguien hable asi de mi hogar, Saludos